Lo que durante las primeras horas parecía una victoria propagandística para Putin y una decepción para quienes albergaban esperanzas de un alto el fuego en Ucrania ha acabado convertido también en una segunda victoria para el líder ruso en los terrenos geopolítico y militar.
De acuerdo con las informaciones publicadas por varios medios estadounidenses con acceso directo a fuentes de la Casa Blanca, Trump habría abandonado su exigencia previa de un alto el fuego inmediato y respaldaría ahora directamente las condiciones de Putin.
Y entre esas condiciones, la entrega completa del Donbás a Rusia, el reconocimiento internacional de las anexiones territoriales rusas, garantías escritas de que Ucrania nunca ingresará en la OTAN, y la promesa de que el ruso vuelva a ser idioma oficial en territorio ucraniano.
Es decir, todo lo que Putin exigía desde el inicio de la invasión en febrero de 2022.
Como dice el cliché, la historia no se repite, pero rima. Y los ecos que emergen de la cumbre entre Donald Trump y Vladímir Putin en Alaska resuenan con una cadencia familiar y ominosa: la de septiembre de 1938, cuando Neville Chamberlain regresó de Múnich agitando un papel y proclamando haber conseguido "paz para nuestro tiempo".
Hoy, 87 años después, el fantasma de aquella capitulación europea ante Hitler vuelve a cernirse sobre el continente, esta vez encarnado en las concesiones territoriales que Trump parece dispuesto a hacer a Putin en nombre de la paz.
Capitulación americana
Esto no es diplomacia. Es capitulación. Trump ha aceptado prácticamente todas las demandas maximalistas de Putin, incluyendo la exigencia de que Ucrania se retire de las partes del Donbás que aún controla (aproximadamente el 25% de las regiones de Donetsk y Luhansk) entregando así 21.000 kilómetros cuadrados adicionales de territorio soberano ucraniano.
Para poner esto en perspectiva: es una superficie equivalente a la Comunidad Valenciana completa.
La posición de Trump no solo es moralmente reprobable; es estratégicamente suicida. Putin controla actualmente el 19% del territorio ucraniano. Sus demandas le otorgarían el control completo del Donbás, eliminando el "cinturón de fortalezas" defensivo que Ucrania ha mantenido durante más de una década.
Como advirtieron los analistas militares, entregar estas posiciones convertiría al resto de Ucrania en indefendible ante futuras agresiones rusas.
Las similitudes con Múnich 1938 son escalofriantes. Entonces, como ahora, un líder occidental negoció el destino de un país soberano sin su participación.
Entonces, como ahora, se buscó apaciguar a un dictador expansionista mediante concesiones territoriales.
Entonces, como ahora, se creyó que satisfacer el apetito del agresor garantizaría la paz.
Hitler prometió que los Sudetes serían su "última demanda territorial en Europa". Putin promete por escrito que no atacará nuevamente.
Ambas promesas tienen el mismo valor: ninguno.
La muerte del orden internacional
Las consecuencias de la debilidad de Trump trascienden Ucrania. Al aceptar las demandas de Putin, Estados Unidos está legitimando el principio de que las fronteras internacionales pueden alterarse por la fuerza, que los países más fuertes pueden desmembrar a los más débiles, y que la comunidad internacional debe aceptar estos hechos consumados.
Es la muerte del orden internacional surgido tras 1945.
Ante esta claudicación americana, Europa se encuentra en la encrucijada más grave desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La convocatoria urgente de Emmanuel Macron, Friedrich Merz y Keir Starmer para este domingo no es una reunión diplomática más; es un concilio de guerra.
Los líderes europeos han entendido que la defensa de Ucrania (y por extensión, de la seguridad europea) ha quedado por completo en sus manos.
Los datos de inteligencia europea son claros: Rusia estará preparada para poner a prueba las garantías de seguridad del artículo 5 de la OTAN en los países bálticos dentro de tres a cinco años.
El ejército ruso, pese a haber sufrido más de un millón de bajas, es hoy más fuerte y experimentado que en febrero de 2022. La economía rusa está en pie de guerra, con un tercio de su presupuesto estatal dedicado a defensa en 2025.
Pero el peligro va más allá. La debilidad de Trump está enviando una señal devastadora a otros actores autocráticos: que Occidente no defenderá sus principios cuando se enfrente a una presión suficiente.
China observa con atención las lecciones de Ucrania para sus planes sobre Taiwán. Cada concesión a Putin es una invitación a Xi Jinping.
Macron, Merz y Starmer se enfrentan ahora al desafío de liderar una coalición europea que debe asumir lo que Estados Unidos ha abandonado: la defensa del orden internacional basado en reglas.
Pero la Coalición de los Dispuestos que se reunirá el domingo debe ir más allá de las declaraciones. Europa necesita un incremento masivo del gasto en defensa, la creación de una industria militar europea autónoma, y garantías de seguridad "inquebrantables" para Ucrania que no dependan del capricho de Washington.
Los 800.000 millones de euros que la UE está considerando para rearmarse no son suficientes; la amenaza requiere una respuesta al nivel de la que Estados Unidos dio durante la Segunda Guerra Mundial.