Si bien con los vítores de este sábado en el Palacio de Congresos de Málaga Pedro Sánchez ha podido gozar de un tímido lenitivo al amplio rechazo social que está generando la amnistía acordada con el separatismo, este Congreso Socialista Europeo ha sido mucho más amargo de lo que esperaba.

Porque Sánchez no ha podido presentarse en la cita, como pretendía, ya reelegido presidente del Gobierno. Y ha llegado a Málaga (donde también ha sido recibido con abucheos) envuelto en el ruido de las protestas y disturbios que sus pactos de investidura han propiciado.

Además, no ha sido posible para el anfitrión rodearse del otro plato fuerte del Congreso, el primer ministro portugués António Costa, que finalmente no ha participado tras el escándalo de presunta corrupción que condujo a su dimisión el pasado martes.

Sánchez se ha quedado sin uno de sus mayores apoyos y más fieles valedores en la UE, con quien había formado un tándem peninsular, progresista y sureño que batalló al alimón contra los halcones europeos para los planes de recuperación, y que logró arrancar a Bruselas la llamada la excepción ibérica.

Pero no es sólo un importante revés para Sánchez, que ha querido recordar al portugués en su discurso. También para el Partido de los Socialistas Europeos que estaba representado este martes en Málaga. Costa se postulaba como cabeza de lista de los socialdemócratas al Parlamento Europeo, y como posible candidato a la presidencia de la Comisión Europea, e incluso del Consejo Europeo.

Tras su súbita caída en desgracia, la familia socialdemócrata en la UE pierde a uno de sus grandes activos a siete meses de las próximas elecciones europeas. Y deja al alemán Olaf Scholz y a Sánchez como los dos grandes únicos gobernantes de izquierdas en el continente.

Además, todo apunta a que el canciller perderá las próximas elecciones alemanas, lo que haría de Sánchez el principal líder socialdemócrata de Europa. Junto a él, sólo sobreviven en la geografía continental los jefes de Gobierno de Malta, Dinamarca y Rumanía.

Este duro golpe al centroizquierda europeo, aunque ha llegado justo cuando el PSE se reunía a diseñar la estrategia para las elecciones generales del 9 de junio de 2024, se enmarca en realidad en el largo declive de la socialdemocracia, al menos desde 2018.

Poco queda de aquellos grandes partidos mayoritarios en la posguerra europea, que ayudaron a levantar el Estado de Bienestar. Baste recordar que, frente a los cinco miembros de la UE que hoy están gobernados por partidos socialistas y socialdemócratas, en el año 2000 esta cifra era de quince.

Los socialdemócratas ya quedaron fuera de los tres máximos puestos de decisión, cuando en enero de 2022 la presidencia del Parlamento Europeo recayó en la popular Roberta Metsola. Con la jefatura de la Comisión Europea en manos de la también popular Ursula von der Leyen, y del Consejo Europeo en el liberal Charles Michel, la única alta magistratura comunitaria en manos de los socialdemócratas es la que fue a parar al socialista Josep Borrell.

El crecimiento de la ultraderecha en la UE, además, amenaza con enterrar el bipartidismo que hasta ahora había existido en Bruselas. Y el acercamiento del PPE a los euroescépticos de ECR (el grupo en el que están incluidos Meloni y Abascal) dejaría aún más marginado al PSE, que hoy es el segundo en la Eurocámara.

Este escenario se completa con la reciente caída de la socialdemocracia en Finlandia y Suecia, y la elección en Eslovaquia de un izquierdista que, por sus alianzas con la extrema derecha, se ha demostrado más bien nacional-populista.

Nada de esto se le oculta a Sánchez, que ha recordado cómo "el apoyo electoral de la ultraderecha se ha duplicado". Y ha puesto su supervivencia el 23-J como ejemplo de que es posible frenar la "ola reaccionaria" que "parecía imparable", alentando a los presentes a "repetirlo el próximo 9 de junio en las elecciones europeas".

Pero lo que ha evitado mencionar Sánchez es que el precio de frenar esa "ola reaccionaria", y de mantenerse cuatro años más como referente de la izquierda europea, ha sido una flagrante transgresión del principio de igualdad ante la ley. Una en abierta contradicción con el más elemental ideario socialdemócrata.

El también líder de la Internacional Socialista podrá tener el magro consuelo de liderar próximamente en solitario el bloque de los socialdemócratas europeos. Pero el incendio doméstico desmiente que, como Sánchez cree, "merezca la pena tener un gobierno progresista" a toda costa.