El entorno de la extrema izquierda lleva una semana, desde el 11-S israelí, mostrando su simpatía hacia la causa palestina, que en un contexto de abominables ataques terroristas dirigidos contra judíos inocentes es tanto como justificar, de algún modo, los ataques de Hamás.

Este domingo Sumar y Podemos han dado un paso más, al participar en la manifestación "Madrid con Palestina" contra el "colonialismo israelí". Destacados dirigentes de estas formaciones, como Ione Belarra, Mónica García o Íñigo Errejón se han dejado ver en una concentración en la que los manifestantes portaban lemas como "Israel genocida, aprendió de nazis". Y en la se han escuchado gritos de "Vosotros sionistas, sois los terroristas".

Se trata de un salto cualitativo, porque hasta ahora Yolanda Díaz y los suyos se habían limitado a instalarse en una inmoral equidistancia entre víctimas y verdugos, y a "contextualizar" con torpes disquisiciones unos atentados ante los que solo cabe la condena sin reservas. Errejón y Enrique Santiago, incluso, se han negado a calificar a Hamás de "organización terrorista".

Ahora acuden a una protesta convocada por dos asociaciones, la red de solidaridad con los presos palestinos Samidoun (recién prohibida en Alemania) y el Movimiento Revolucionario Alternativo Palestino (Masar Badil), que apoyan abiertamente el terrorismo de Hamás y piden extenderlo a Europa.

Masar Badil difundió un manifiesto en el que amenaza a Occidente y llamó a "los jóvenes palestinos, árabes y musulmanes" de todo el mundo a que "participen activamente en la Batalla de la Tormenta de Al-Aqsa en la Franja de Gaza por todos los medios" y en "la ocupación y el asedio de las embajadas del régimen sionista". Samidoun, por su parte, difundió el mismo 7 de octubre un comunicado en el que celebraba la masacre por los milicianos palestinos como una heroicidad.

Es gravísimo e incomprensible que una cierta izquierda, fanatizada por la quimera del "antiimperialismo" que disfraza el antisemitismo de antisionismo, acabe rodeándose de compañías políticas a priori en sus antípodas ideológicas. Un fenómeno que, como hoy analiza el ex primer ministro Manuel Valls en EL ESPAÑOL al hablar del "islamoizquierdismo" en Francia, no es exclusivo de nuestro país.

Pero es sencillamente intolerable que el grupo político de la vicepresidenta española (con visos de revalidar el cargo en la próxima legislatura) esté mostrando complicidad con grupos que directamente jalean y respaldan el terrorismo de Hamás. Y más aún que una ministra acuda a este acto ignominioso, siendo el único miembro en activo de un Gobierno en toda Europa que exhibe una postura de abierta hostilidad a Israel y que participa en este tipo de actos.

De manera análoga a la división en dos en el Ejecutivo que suscitó la reacción a la guerra de Ucrania, el 7-O en Israel también ha generado una bicefalia en la que una parte del Gobierno muestra su apoyo sin fisuras al agredido, mientras que la otra toma partido por el agresor.

Esta ausencia de un criterio unificado, y la representación en el Ejecutivo de posturas extravagantes sobre el conflicto, está debilitando la posición de España en la esfera internacional. Nuestro país no fue invitado a la declaración conjunta que los gobiernos de Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Estados Unidos firmaron el pasado martes para condenar el atentado de Hamás y proclamar el derecho de Israel a defenderse. Y en la visita de las presidentas de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo a Tel Aviv no tuvo representación el Consejo de la UE, presidido por España este trimestre.

El español no puede ser el único gobierno de la UE (y menos cuando ostenta su presidencia de turno) que tenga en su seno individuos que, como Irene Montero, acusan a Israel de "limpieza étnica", "apartheid" y "genocidio" en Gaza para salirse del consenso europeo y proclamar, frente a la solidaridad de la UE con Israel, "no en nuestro nombre".

No se trata sólo de un problema político, en lo que se refiere a la pérdida de influencia e iniciativa global, sino de una cuestión eminentemente moral. Porque como han denunciado las comunidades judías en este periódico, no es de recibo que Pedro Sánchez tenga como socios a antisemitas confesos. Ni a quienes no acudieron a la concentración de repulsa a los ataques terroristas frente a la Embajada de Israel el pasado martes, pero que sí han estado presentes en la de este domingo en Sol, junto a grupos afines al yihadismo.