Tras los enfrentamientos entre el ejército israelí y los terroristas de Hamás que se han seguido sucediendo este martes, Tel Aviv asegura que ha recuperado el control total de la zona fronteriza con la Franja de Gaza y que ha logrado poner fin a la infiltración de milicianos en su territorio, después de hacerse con unos 1.500 cuerpos de los invasores palestinos.

Además, los aviones de combate israelíes han seguido bombardeando al menos 200 objetivos de Hamás. Todo apunta a que, después de haber asfixiado a la organización terrorista imponiendo un "un cerco completo" a Gaza, Israel se prepara para una guerra stricto sensu. Devastar primero el territorio enemigo para atacar después.

Así se desprende de las palabras del ministro de Defensa, que dice estar "avanzando hacia una ofensiva total" que hará que "Gaza nunca volverá a ser lo que era". Y de la movilización de más de 300.000 reservistas, que junto con los militares ya en activo suman casi medio millón de hombres, cifras insólitas para un país de poco más de nueve millones de habitantes.

La ferocidad de los ataques ha seguido escalando y el enfrentamiento ha entrado en una fase atroz, en la que a los cientos de israelíes masacrados se suman inevitablemente otros tantos inocentes palestinos. El saldo de víctimas sería de más de 3.000 por el momento, entre los que se incluyen 900 civiles y militares israelíes, y cerca de 800 víctimas gazatíes.

Este martes Israel y Palestina han llegado a reprocharse mutuamente las muertes de recién nacidos, las bajas más abominables que cabe imaginar para cualquier conflicto bélico.

Según la periodista Nicole Zedek, que está informando en directo desde la zona, y a partir del testimonio del comandante Itai Veruv y sus soldados, Hamás habría masacrado a 40 bebés, muchos de los cuales estarían decapitados. Al mismo tiempo, han podido verse imágenes de palestinos portando cadáveres de niños, habiendo contabilizado el Ministerio de Sanidad israelí 140 de ellos.

Naturalmente, no cabe equiparar de ningún modo lo que serían, de confirmarse la información, asesinatos a sangre fría de bebés en sus casas por las incursiones medidas de Hamás, con los niños fallecidos fruto de los bombardeos indiscriminados israelíes.

Aún así, es cierto que el asedio constante con aviones y artillería durante 48 horas de Israel a la Franja, aunque destinado a eliminar las infraestructuras de las milicias islamistas, han golpeado también un mercado, un campo de refugiados y una mezquita. 

Además, la promesa de Netanyahu de "convertir Gaza en islas de escombros" está dejando a las casi dos millones de personas que allí viven hacinadas en una situación agónica, sin agua, electricidad, comida o combustible. Y los palestinos denuncian que los ataques se realizan en zonas residenciales y hospitales, sin aviso previo que permita la evacuación.

De ahí que, tras la reunión urgente con los ministros de Asuntos Exteriores de la UE que ha reconocido inequívocamente el derecho de Israel a defenderse, Josep Borrell haya recordado que este debe ejercerse de acuerdo con la legislación internacional. Y ha criticado que algunas de las medidas adoptadas por el gobierno de Netanyahu como el corte de suministro incumplen el derecho humanitario.

Por eso, los Veintisiete se han comprometido a mantener la asistencia financiera a Gaza. Y es que, como atinadamente ha señalado José Manuel Albares, es necesario marcar una distinción muy clara entre la población palestina, la Autoridad Palestina y Hamás.

Esta misma distinción es la que deberían tener en mente el gobierno israelí y sus fuerzas armadas a la hora de lanzar la "inminente" incursión por tierra para cobrarse su "venganza". Porque la intervención militar en Gaza podría convertirse en una carnicería teniendo en cuenta la cantidad de civiles que viven en una zona tan estrecha. Y porque Hamás ha amenazado con ejecutar al centenar de rehenes israelíes si continúan las represalias.

Cuando la franja palestina y el territorio fronterizo israelí están viviendo un auténtico descenso a los infiernos, sólo cabe llamar a la mesura y a la responsabilidad de los actores nacionales e internacionales para hallar la forma más proporcionada y cabal de abordar este escenario.