Cuando en un partido de baloncesto todo está resuelto, cuando se da por acabado y sin sorpresa posible en el marcador, los aficionados hablan de los minutos de la basura. A partir de ese momento lo que resta de partido es irrelevante.

Las circunstancias políticas obligan a preguntarse si Pedro Sánchez se encuentra ahora en ese escenario. Este jueves Unidas Podemos abandonó al PSOE en la votación de la Ley Audiovisual, rompiendo por primera vez la disciplina de voto, y fue el PP el que rescató a Sánchez de la derrota. El episodio refleja la soledad de un presidente castigado por Pegasus, caso que le ha hecho perder el apoyo de sus socios separatistas.

PSOE y Podemos habían discutido hasta ahora a puerta abierta y cerrada con cierta frecuencia, pero las heridas abiertas siempre suturaron a tiempo de las votaciones. El nuevo escenario lleva a pensar si hay un punto de inflexión en la legislatura. 

La debilidad de Sánchez se ha puesto de manifiesto con su desesperada búsqueda de perdón de Esquerra, con la destitución de la directora del CNI y la adopción por momentos del lenguaje nacionalista, como cuando se refirió a los policías que intervinieron en el golpe de 2017 en Cataluña como “piolines”.

En el trance más complicado de su mandato, arrastrado a tener que dar explicaciones por el espionaje del CNI al Parlamento, se quedó solo tratando de convencer al resto de partidos de que no conoció las investigaciones de los servicios de inteligencia a los independentistas, dando a entender que los agentes actuaron por su cuenta.

Dar la vuelta al marcador

A Sánchez le faltaron reflejos para adelantar elecciones tras las revelaciones de Pegasus y presentarse como el Macron español, antes de dar tiempo a Alberto Núñez Feijóo para proponerse como la alternativa moderada y sensata. Las encuestas son claras.

El PP de Feijóo ha dado el vuelco en los sondeos que no supo consolidar Pablo Casado, y el resultado de las elecciones andaluzas puede acelerar la deriva del Gobierno de Sánchez. Como informamos hoy, en Moncloa hay quien vaticina ya una debacle el 19 de junio y no ocultan la posibilidad de una remodelación del Ejecutivo este verano, tras la cumbre de la OTAN.

Es cierto que Sánchez ha echado mano otras veces de su proverbial resiliencia. Que tiene tiempo para tratar de reunir fuerzas y redirigir su destino antes de las elecciones generales, previstas para el final del año que viene. Pero resulta poco probable que en un clima político desfavorable, con unas previsiones económicas que no invitan al optimismo, dé la vuelta al marcador.