Marruecos ha dado por cerrada la crisis diplomática con España que se inició con la hospitalización en nuestro país el pasado 18 de abril del líder del Frente Polisario Brahim Gali, al que Rabat considera un terrorista.

Lo ha hecho tras recibir una carta del presidente del Gobierno dirigida al rey Mohamed VI en la que Pedro Sánchez anuncia el abandono de la postura histórica española sobre el Sáhara y se posiciona a favor de la propuesta de autonomía de Marruecos para la región. Propuesta que el presidente califica como "la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso". 

El nuevo posicionamiento del Gobierno supone un giro de 180 grados en la política exterior de España y corrige las tesis que ha defendido nuestra diplomacia a lo largo de 47 años.

El PP ha pedido la comparecencia urgente de Sánchez en el Congreso de los Diputados y Unidas Podemos, al igual que el resto de socios parlamentarios del Gobierno, ha manifestado su rechazo por una decisión que no ha sido consultada con Yolanda Díaz

El nuevo posicionamiento español contradice además el programa del PSOE, que en las elecciones de noviembre de 2019 defendía "promover la solución del conflicto del Sáhara Occidental a través del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas, que garantizan el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui".

Orden de los acontecimientos

La nueva postura española respecto al Sáhara no ha sido comunicada a la prensa por el Gobierno, sino por el Gabinete Real de Marruecos, aunque posteriormente ha sido confirmada por José Manuel Albares, el ministro de Asuntos Exteriores.

Si el orden de los acontecimientos ha sido pactado por el Gobierno con Rabat o la filtración le ha pillado por sorpresa es uno de los varios interrogantes que surgieron ayer entre la oposición parlamentaria. 

El cambio de rumbo español respecto al Sáhara tendrá, como informa hoy EL ESPAÑOL, consecuencias de mucho calado. Porque aunque en un primer momento de la tarde de ayer viernes se especuló con las posibles represalias de Argelia por el "sacrificio" español del Sáhara, con el paso de las horas y el asentamiento del polvo provocado por el terremoto político asomó una interpretación del movimiento de Sánchez sumamente beneficioso para los intereses españoles. 

Un nuevo orden mundial

Desde el punto de vista de la realpolitik, el movimiento de Sánchez tiene más sentido del que parece a primera vista. Porque normaliza la relación con Marruecos; porque nos alinea con los Estados Unidos, Alemania y Francia; porque aleja el peligro de las amenazas que penden sobre Ceuta y Melilla; y porque reduce los incentivos de Marruecos para inundar nuestras costas con decenas de miles de inmigrantes ilegales. 

Pero, más importante aún, porque pone a España en la posición ideal para convertirse en el principal canal suministrador de gas a Europa. En este sentido, no parece casual el momento escogido por Pedro Sánchez, en plena invasión de Ucrania, para anunciar la corrección del rumbo de la diplomacia española respecto al Sáhara.

Porque Argelia, noveno productor mundial de gas, está interesada en el Sáhara. Pero más lo está en darle salida a ese gas hacia la Unión Europea (UE). Y ahí España puede desempeñar un papel clave que incrementaría de forma muy sensible nuestro peso económico, político y diplomático en la UE, y que nos devolvería a esa primera división internacional de la que nuestro país no formaba parte desde la alianza del Gobierno de José María Aznar con los Estados Unidos y el Reino Unido. 

La decisión de Sánchez molestará sin duda alguna a aquellos que consideran la cuestión del Sáhara como un elemento moral de la política exterior española. Pero si algo ha demostrado el presidente con este movimiento es que ha comprendido perfectamente que el orden mundial está cambiando a ojos vista y que no es momento para que España sacrifique sus intereses a largo plazo por un conflicto ajeno que la izquierda ha romantizado y que ha lastrado la diplomacia española durante décadas.

La ventana de oportunidad generada por la invasión de Ucrania obligaba a España a mover pieza. Sánchez lo ha hecho y las perspectivas que se abren para nuestro país son ahora enormes. Las apelaciones a la moral y al idealismo serán habituales durante los próximos días. Pero es precisamente esa moral y ese idealismo el que amenazaba con relegar a España a un rincón de la historia durante las próximas décadas. El nuevo orden mundial es realista, no idealista. Y Sánchez ha tomado buena nota.