La confirmación del Gobierno de que Madrid deberá esperar la desescalada ha servido para desatar las hostilidades entre los dos partidos que conforman el Ejecutivo autonómico, PP y Cs, que se acusan mutuamente del fracaso.

Las diferencias se arrastran desde hace tiempo. En Ciudadanos reprochan a Díaz Ayuso excesivo personalismo, y ahí incluyen su decisión de retirarles la competencia sobre las residencias. Además, la sintonía que exhiben Martínez Almeida y Villacís en la capital no ha existido nunca entre Díaz Ayuso y Aguado.

Paso en falso

El paso en falso dado por el Gobierno madrileño, que ha precipitado la marcha de la directora de Salud Yolanda Fuentes, de reconocido prestigio profesional, ha sido aprovechado inmediatamente por los socialistas. "Ejemplo de gestión ineficaz e irresponsable. La seguridad está por delante de cálculos partidistas y economicistas", decían ya este viernes. 

El PSOE no tiene precisamente motivos para presumir, después de ostentar el triste récord de gobernar el país con más fallecidos por coronavirus del mundo en relación a su población y más personal sanitario infectado. En esa situación de debilidad, el enfrentamiento Ayuso-Aguado le permite tomar oxígeno.

Al orden

Poner a Madrid en espera no es un castigo, es la medida que había que aplicar tal y como están las cosas. Y habrá que ver si no lamentamos en adelante las concentraciones de gente sin guardar las medidas de seguridad que se han visto esta semana tras el comienzo de los permisos por franjas horarias.

Si Ayuso y Aguado no son capaces de limar sus diferencias, Casado y Arrimadas deberán llamarles al orden. No es hora de tacticismos políticos ni de querellas internas con lo que está en juego. La "cogobernanza" era otra cosa.