No pasará a la historia el sexto mensaje de Navidad de Felipe VI, pronunciado en la situación más endiablada que cabía imaginar a estas alturas de su reinado: justo cuando el candidato señalado por él para intentar la investidura remata las negociaciones con un partido republicano y separatista que tiene a su líder encerrado entre cuatro barrotes.

Sólo unas horas antes de su discurso, el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, acudía a la prisión para informar a Junqueras de la marcha de las negociaciones entre el PSOE y ERC, dejando otra estampa para la antología de la vergüenza de nuestra democracia.

En esas circunstancias era impensable que el Rey fuera un paso más allá en defensa de la unidad de España y del orden constitucional, como sí hizo dos días después del 1-O ante el mayor ataque que ha sufrido la democracia española desde el 23-F. Aquella intervención fue celebrada por una gran mayoría de ciudadanos pero le convirtió definitivamente en la bestia negra del nacionalismo y le supuso ser declarado persona non grata por muchas instituciones catalanas.

De tripas corazón

Felipe VI ha hecho de tripas corazón esta Nochebuena y se ha limitado a referir las obviedades que se esperan de un rey en una Monarquía parlamentaria: que las divisiones y el enfrentamiento "erosionan nuestra convivencia", que tienen que prevalecer "la tolerancia y el respeto" y que debemos "integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución". Una Constitución que reconoce "la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza".

El Rey ha pasado así de puntillas sobre el gravísimo problema del separatismo, limitándose a incluir -"desde luego"- a "Cataluña" dentro del capítulo de "serias preocupaciones". Pero, como para hacerse a un lado, ha recordado inmediatamente que, tras las pasadas elecciones de noviembre, "corresponde al Congreso, de acuerdo con nuestra Constitución, tomar la decisión que considere más conveniente para el interés general".

Discurso posibilista

Felipe VI, que ha tenido un recuerdo para las víctimas de las inundaciones y las riadas, para los jóvenes sin empleo y para las familias que atraviesan por dificultades económicas, ha querido lanzar un mensaje de confianza en que esos y otros problemas podrán superarse con el "coraje en situaciones adversas" que en otras ocasiones hemos mostrado los españoles.

En una situación de emergencia nacional como la que vivimos, en la que están en jaque la unidad y la igualdad de los españoles, junto con el armazón constitucional entero, el Rey ha hecho un discurso posibilista, obligado a nadar entre dos aguas. Ojalá no tenga que volver a intervenir como hizo el 3 de octubre de 2017 para responder a un nuevo golpe de quienes se han propuesto destruir la Nación utilizando su poder y su capacidad de presión en las instituciones.