El día después de que el Congreso de los Diputados dijera no a la investidura de Pedro Sánchez arroja un nuevo escenario: todos los partidos políticos han movido ficha a su manera después de que el presidente del Gobierno compareciera en televisión pidiendo responsabilidad a PP y Cs "para no depender del independentismo y evitar nuevas elecciones". 

Sólo horas después de que la vicepresidenta Carmen Calvo descartase solemnemente un futuro Gobierno de coalición con Podemos alegando que es una vía que "está rechazada y rechazada queda", trascendía el desmarque de Izquierda Unida de Pablo Iglesias, al que instaba a investir a Sánchez en septiembre aunque sea sólo a cambio de acuerdo programático con los socialistas.

Bloqueo

El toque de atención de Alberto Garzón pone de manifiesto que la actitud maximalista de Iglesias tiene detractores de peso dentro de las siglas que encabeza, pero sobre todo convierte en un desiderátum el llamamiento de Irene Montero a los socialistas para iniciar unas nuevas negociaciones a fin de alcanzar un gobierno de coalición. Demasiado tarde.

También es significativo el paso dado por Alberto Núñez Feijóo. Coincidiendo con la visita de la presidenta del Congreso a Felipe VI para darle cuenta de la nueva situación de bloqueo, el presidente gallego mostraba la disposición del PP a "estudiar" una "propuesta sincera y de verdad" de los socialistas. Y eso aun cuando Pablo Casado considera "indignante" que Sánchez apele a la abstención del PP mientras en Navarra ha llegado a un pacto para gobernar gracias a Bildu.

Centralidad

En cualquier caso, la posición contemporizadora de Feijóo y hasta el tono y los matices de Casado en sus últimas intervenciones reflejan una disposición mucho más abierta que la mostrada hasta ahora por Albert Rivera. El momento actual precisa de esa centralidad a la que Pedro Sánchez va a arrimar su ascua mientras trata de crear división en el seno de los partidos rivales.