La ministra de Defensa, Margarita Robles, fue quien dio la orden de que la fragata de la Armada Méndez Núñez se retirara temporalmente de las maniobras que estaba realizando como escolta del portaaviones norteamericano Abraham Lincoln. El motivo: la decisión de EEUU de desplegar sus buques de combate en el Golfo Pérsico tras la escalada de tensión con Irán.    

Aunque el ministro de Exteriores, Josep Borrell, justificaba este martes la decisión amparándose en lo imprevisible de la Administración Trump en un contexto internacional más que complejo, hoy desvela EL ESPAÑOL que la iniciativa de Defensa se ampara en los informes remitidos por Inteligencia

Seguridad

En estos informes se advierte de la inestabilidad de la zona y de los riesgos de participar en la misión. Si tenemos en cuenta, además, que el motivo de la presencia de la Méndez Núñez era testimonial para celebrar el 500º aniversario de la primera circunnavegación de la Tierra, que el barco español era el único no estadounidense y que el plan inicial de la misión no incluía desplegarse en el Golfo Pérsico, la decisión parece lógica.

Robles ha priorizado la seguridad de los militares españoles, pero también la posición de la diplomacia europea, mucho menos beligerante en su política exterior que la de Trump en Oriente Próximo. Ahora bien, la decisión no está exenta de riesgos.

Desaire

Para empezar, Washington puede interpretar el gesto español como un desaire. Un suma y sigue tras las evidentes diferencias de criterio en relación a la política a seguir en Venezuela. Y Trump no es enemigo pequeño. Está en juego, por ejemplo, un contrato con la US Navy para la construcción de 20 fragatas en el que Navantia tiene puestos los ojos.

El tiempo dirá cuál es el coste de la retirada de la Méndez Núñez -si es que lo tiene-, y si Trump acepta las razones que sostiene el Gobierno español. Pero a la vista de la situación, y de los informes de que disponía, la ministra ha actuado de forma correcta.