Este viernes ha arrancado de forma oficial la campaña electoral más breve y más trascendental de la historia de nuestra democracia. Breve porque Pedro Sánchez decidió, con el adelanto electoral, que la Semana Santa interfiriera en la campaña. Y trascendental porque el resultado de las urnas va a marcar el futuro de España en una coyuntura en la que pueden estar en juego las costuras constitucionales y la integridad territorial de la nación. 

No es un asunto menor que los españoles voten en pleno juicio a los cabecillas del golpe separatista en Cataluña, y que el nacionalismo -con el que Sánchez ha tenido demasiados gestos- trate de violentar y tensionar lo máximo posible: ahí está el intolerable escrache sufrido por la candidata del PP, Cayetana Álvarez de Toledo en Barcelona, cuando se disponía a intervenir en un acto.

Vox

Desde que Sánchez llegó a la Moncloa, su estrategia ha sido hacer de las circunstancias, propias y sobrevenidas, un elemento propagandístico de primer nivel. De ahí que, en puridad, desde junio hayamos vivido en permanente campaña electoral: los llamados viernes sociales a base de decretazos o los barómetros mensuales de un CIS a la medida son la evidencia de que el presidente entiende el 28-A como un plebiscito sobre sí mismo. Sánchez ha asumido parte del ideario de Podemos neutralizando el sorpasso y lo condena, de facto, a ser socio preferente. 

Será la primera vez en la que una formación de derecha radical como Vox entre en el Parlamento, azuzado, sin duda, por un Pedro Sánchez que infla a esta formación para minar a PP y Cs. Así se entiende que el presidente ya legalice a Vox como un actor electoral al aceptar su participación en un debate a cinco. Conviene recordar que Vox asume en su programa no pocas medidas liberticidas y eurófobas y que apuesta por diluir el propio sistema autonómico, cuestiones que tanto dice abominar el PSOE.

En juego

El 28-A también será el test definitivo para comprobar si Pablo Casado es capaz de rentabilizar el rearme ideológico con el que llegó a la presidencia del PP. En un contexto de división del voto del centroderecha, hay que consignar el salto de Inés Arrimadas a la política nacional como cabeza de lista por Barcelona.

España se juega mucho el 28-A: la defensa de la Constitución frente al separatismo y aquellos que abogan por romper los consensos del 78, una economía que ya muestra síntomas de desaceleración ante los incrementos irreales del gasto público que defiende la izquierda, y el papel de España en una Europa amenazada por el populismo. Todo está tan abierto y polarizado que es más que conveniente apelar al sentido común de ese 40% de indecisos que cuenta el CIS.