Pedro Sánchez ha logrado el apoyo necesario para sus llamados decretos sociales reeditando, a sólo unos días de que comience oficialmente la campaña electoral, el bloque de la moción de censura con el que llegó a la Moncloa. Después de un debate bronco en el que sus aliados han criticado la fórmula del decretazo, han acabado por convalidarlas en la Diputación Permanente del Congreso.

Lo ocurrido deja dos lecturas complementarias: la más evidente es la de la dependencia fáctica que tiene Sánchez del separatismo y de la izquierda radical. Bajo esta premisa se entiende el modo en el que Arnaldo Otegi ha ido deslizando en los últimos días los insistentes contactos con el Gobierno o el modo en el que el PNV ha amagado hasta el último momento con no respaldar al Ejecutivo. Ahora tocará saber a qué precio.

Centrismo

Pero hay otra lectura. De los seis decretos que tenía que avalar la Diputación Permanente, Ciudadanos ha dado su apoyo a tres y se ha abstenido en uno. Con esto, Albert Rivera se aventura a un reto audaz pero arriesgado: mientras mantiene el veto a Sánchez por su temeraria política territorial y de aliados, asume algunas medidas sociales que reclama una parte amplia de la sociedad que ha sufrido particularmente los efecto de la crisis.

Rivera sale así a la búsqueda del centro y también del PSOE anterior a Sánchez que, entre otros, encarnan perfiles como los de Soraya Rodríguez, Celestino Corbacho o Joan Mesquida, recientes fichajes de Cs.

Pedagogía

En una campaña tan polarizada como la que nos espera, Cs ha de hacer una labor de pedagogía y explicar que en política caben los matices, y que no es una herejía asumir propuestas socialdemócratas y liberales, si son justas y pueden financiarse. 

En realidad, la opción de vetar a Sánchez y, al mismo tiempo, dar aliento a iniciativas sociales es una ecuación compleja, pero no imposible. Rivera se juega mucho en este esfuerzo. El premio es conquistar un espacio de centro clave y necesario para templar la política en España.