La situación de María Dolores de Cospedal ha pasado a ser insostenible. De ahí que pocos en el Partido Popular defiendan abiertamente a su exsecretaria general y que hasta el propio presidente del partido, Pablo Casado, haya abierto la puerta a no contar con ella en su nuevo PP.

Tal y como revelan ahora las cintas de Villarejo, Cospedal usó al excomisario en 2009 como un informante privilegiado en operaciones judiciales abiertas que afectaban al PP, y como un aliado de lujo para sus guerras internas y vendettas personales. Si hace unos días supimos que recibió en secreto al policía, hoy sabemos en qué consistían algunos de los "trabajos puntuales" que le encomendaba.   

Ambición

Según el contenido de las cintas, Cospedal y su marido encargaron espiar a compañeros de formación, como es el caso de su archienemigo Javier Arenas, de quien quiso saber hasta dónde llegaba su implicación en una operación que investigaba la UDEF dentro del caso Gürtel. Esos espionajes se hacían a cargo del partido. 

Tales prácticas no sólo evidencian la ambición de Dolores de Cospedal, sino que plantean el interrogante de si pudo hacer uso de información secreta de carácter policial y judicial para obstaculizar el trabajo de los magistrados. 

Regeneración

Los hechos que revelan las grabaciones del excomisario Villarejo son de tal calibre que obligan a Cospedal a dar explicaciones y a abandonar su acta de diputada. No hacerlo sería atentar contra la calidad democrática del país y desvirtuar el proyecto de regeneración que pretende impulsar Casado.   

El presidente del PP ya dio a entender este jueves que no tiene las manos atadas por el pasado, y que sólo se debe a los militantes que le eligieron este verano en un proceso de primarias. Hoy tiene la oportunidad de demostrarlo.