La Unión Europea no puede ni debe renunciar al principio de solidaridad en su política migratoria. Pero mantener planteamientos grandilocuentes y estimaciones voluntaristas sólo servirá para generar malestar en los países de acogida y agravará la desconfianza que este delicado asunto ya genera entre los socios europeos.

Las renuencias de Polonia, Eslovaquia, Hungría, República Checa y Rumanía a cumplir con sus cuotas, aduciendo razones de seguridad, irrita con razón a Alemania, Italia y Grecia, que como soportan el grueso de la presión migratoria exigen sanciones a los países que incumplan sus compromisos.

La guerra de Tusk contra las cuotas

La tensión se ha trasladado a las cancillerías y ha aflorado una guerra abierta entre el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Tusk planteará abiertamente acabar con el sistema de cuotas en la cumbre de invierno que empieza este jueves, una posición que Juncker considera inaceptable. El problema es que del mismo modo que los países del Este deben asumir sus cuotas, la revisión del actual sistema de reparto parece obligada.

Es necesario mirar el problema de frente y admitir que Europa ha fracasado estrepitosamente en la búsqueda de soluciones a la crisis de desplazados más grave desde la Segunda Guerra Mundial. De los primeros 160.000 demandantes de asilo que los 28 se comprometieron a acoger en 2015, sólo 32.393 lo han sido de manera efectiva, lo que supone un escaso 20% del total. Además, el acuerdo alcanzado con Turquía hace casi dos años para que hiciera de gendarme de Europa y ordenara la avalancha no ha solucionado el problema ni mejorado las condiciones de vida de los refugiados.

Un problema que va a continuar

La presión migratoria persiste, la UE debe dar prioridad a los refugiados sin olvidar la asistencia de quienes, sin haber escapado de zonas de conflicto, huyen del hambre. Aun previendo que el final oficial de la Guerra de Irak y la derrota del Estado Islámico en Siria pueden aliviar el éxodo desde esos países, el problema migratorio va a continuar.

España se juega mucho en esta crisis porque, a pesar de ser uno de los países que más experiencia tiene en el control de fronteras, la llegada de inmigrantes irregulares desde las costas de Marruecos se ha incrementado un 140% en un año. La política de acuerdos con los países de salida para que controlen sus fronteras funcionó durante algún tiempo, pero las ansias de huir de la miseria son mayores que cualquier traba. Por eso, la UE va a seguir teniendo un problema que sólo se puede resolver con humanidad... y presupuesto.