La espontánea reacción de la economía al amago de las autoridades catalanas de declarar la independencia ha supuesto un baño de realidad para muchos independentistas. La fuga de empresas, la caída de la inversión, el retroceso en el turismo o el deterioro de la deuda pública son solo un avance de lo que vendría después: fuera del euro, declarada insolvente y ya sin las ayudas de la Unión Europea a sus sectores más debilitados, Cataluña entraría en una etapa negra. 

Es cierto que hay separatistas fanáticos -o muy desinformados- a los que parece no importarles las repercusiones económicas de la independencia. Es el caso de los anticapitalistas de la CUP, que en la carta que han enviado a Puigdemont para animarle a romper de una vez con España aseguran que será una "ventura" quedar al margen de "los mercados", como si en un mundo globalizado eso fuera posible sin sufrir consecuencias catastróficas en el empleo, el crecimiento o el bienestar.  

Fuga de empresas, caída de inversión 

La realidad es que desde el referéndum ilegal del 1-O medio millar de empresas -entre ellas algunos buques insignia de la economía catalana- han abandonado la región. Además no hay día sin colas de empresarios ante los despachos de notarios y registradores para cambiar de domicilio social: la incertidumbre, la inseguridad jurídica y la amenaza real de pérdida de mercados no les deja otra opción.

El panorama es cada vez más oscuro. El desafío secesionista coloca a Cataluña en riesgo de recesión, tal y como este viernes ha advertido la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, que ha aportado un dato muy significativo: mientras en el conjunto de España la inversión registra subidas del 13%, en Cataluña ha caído un 10%.

Rebaja en la previsión de crecimiento

Pero el tiro en el pie que se está dando Cataluña empieza a ser también un problema para toda España y los síntomas de recuperación. El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha echado un jarro de agua fría sobre las alentadoras expectativas de crecimiento del PIB para 2018 al anunciar que la deriva secesionista obligará a rebajarlas por debajo del 2,6% previsto.

Puigdemont, representante no hace tanto de los intereses de la burguesía catalana y, desde luego, partidario de la economía de libre mercado, debe elegir si se echa en brazos de los antisistema y anticapitalistas de la CUP o prefiere quedarse en el mundo real, aunque para ello Cataluña tenga que seguir siendo parte de España.