El presidente del Gobierno ha respondido a los ataques generalizados al rey en la manifestación de Barcelona con la técnica del avestruz: "Las afrentas de algunos no las hemos escuchado". Su respuesta supone insistir en esa máxima rajoyesca que dice que, ante los problemas, lo mejor es hacer como si no existieran.

Pero ocurre en este caso que hay millones de españoles que sí oyeron y leyeron los insultos a Felipe VI, y se sintieron legítimamente ofendidos por cuanto es un símbolo de todos. Está bien que piensen en Moncloa que la encerrona del sábado ha puesto en evidencia la catadura moral de los independentistas, capaces de pasar por encima de las víctimas del terrorismo para promocionar su causa, pero al margen de cuáles sean las consecuencias para el procés, del Gobierno se espera que diga cómo va a impedir el referéndum separatista.

Recurso a la Fiscalía

Quedarse de brazos cruzados podría alimentar la tesis maquiavélica de que Rajoy colocó a Felipe VI de cebo para que los independentistas se pasasen de frenada, desprestigiando así su causa. Pero eso sería una irresponsabilidad y una dejación de funciones. 

El caso es que se acerca la fecha del 1-O y cada desmán y cada insulto que les sale gratis a los independentistas contribuye a crear cierto fatalismo en el seno de la sociedad española, que asiste impotente una y otra vez al desafío de los radicales.

En lugar de decir que no oyó ni vio nada, Rajoy debería poner en conocimiento de la Fiscalía las graves injurias lanzadas contra el Rey. Quizás los insultos vayan en el sueldo de los dirigentes políticos, pero el monarca es uno de los principales símbolos del Estado. Nadie debería poder responsabilizarle de los atentados islamistas de Barcelona y Cambrils ni acusarle de tráfico de armas sin que se le apliquen los artículos 490 o 491 del Código Penal.

La falta de respuesta

A estas alturas, y atendiendo a los precedentes, muchos ciudadanos pueden creer que Rajoy trata de hacer de la necesidad virtud cuando viene a decir que lo de la manifestación del sábado le ha salido mal a la Generalitat. Si está en lo cierto o no, es algo que se verá en su momento, pero por lo pronto lo que ha quedado patente es que el Gobierno ha sido incapaz de movilizar a los ciudadanos en torno a lemas de unidad y concordia en las calles de Barcelona.

A ese nuevo pasar de puntillas de Rajoy por encima de la hoguera independentista, ya le ha respondido Puigdemont exigiendo una "transición rápida", dando a entender que habrá referéndum el 1 de octubre y que ganará el sí.

Por todo ello, sería muy eficaz de cara a la opinión pública que el presidente Rajoy explicara de una vez cómo va a impedir ese referéndum. Si no demuestra que tiene un plan, vamos a empezar a temer lo peor: que tampo ve ni oye el golpe de Estado que está en marcha. Y la falta de reacción a las injurias al Rey no es un buen síntoma.