Pedro Sánchez.

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Columnas

Las diez plagas del faraón Sánchez

Pedro Sánchez sólo resiste porque necesita procurarse la protección que proporciona el poder.

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España lleva mucho tiempo viviendo en una mezcla de bloqueo y equilibrio político precario que, con el tiempo, parece haberse convertido en un desequilibrio natural.

Un Gobierno sin mayoría, sin estabilidad y sin autoridad moral insiste en comportarse como si el tiempo no le afectara y la sociedad fuera a tolerarlo indefinidamente.

Sin embargo, hasta lo que parece eterno tiene fecha de caducidad. Como nos recuerda Primo Levi, "nuestra condición humana es enemiga de cualquier infinitud".

Las crisis, los excesos, las anomalías, las afrentas… todas ellas se agotan cuando ya no queda nadie dispuesto a sostenerlas. Pero resulta muy difícil mantener la perspectiva cuando el deterioro político adquiere una dimensión tan abisal como la que estamos viviendo.

Es en esos momentos cuando, como al cartero de Neruda, más me ayudan las metáforas.

Si en Egipto hicieron falta diez plagas para que el faraón aceptara la realidad, en España han hecho falta otras tantas para que llegar a evidenciar el agotamiento profundo del ciclo. Y podemos enumerarlas no necesariamente sucediéndose en el tiempo, sino entrelazándose como lianas vivas.

Pedro Sánchez durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso este miércoles.

Pedro Sánchez durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso este miércoles. Borja Sánchez-Trillo Efe

1. La sangre, el color del pacto infame que condenó a la dependencia de quienes se conjuraron para desmontar el propio Estado.

2. Las ranas, esa lluvia de improvisaciones, rectificaciones, decretazos en la gestión política de la pandemia como ejemplo extremo de decisiones adoptadas contra el Congreso y contra los ciudadanos por un gobierno anfibio.

3. Los piojos, la colonización institucional permanente. El desmontaje interno del INE, del CIS, de la Fiscalía y del Constitucional, una tormenta administrativa destinada a reescribir el terreno de juego desde el BOE.

4. Las moscas, el asedio constante del poder a los contrapoderes: campañas contra jueces, periodistas, expertos, cualquier voz que no encajara en el relato oficial.

5. La peste del ganado, unos Presupuestos negados, con prórrogas sucesivas y vaciamiento lento de cualquier planificación económica. España viviendo con las luces cortas, mientras la política convertía cada cifra en munición.

6. Las úlceras, dolorosas y visibles, provocadas por una gestión opaca e ineficiente de los fondos de recuperación, transformada en un reparto clientelar que desperdició una oportunidad irrepetible para modernizar el país.

7. El granizo de la amnistía, negada cien veces antes de convertirse en eje de legislatura, golpeando, abollando y agujereando nuestro techo constitucional y abriendo una grieta moral insalvable.

8. Las langostas, arrasando la credibilidad internacional con un mar de casos de corrupción estrechamente ligada a la figura del presidente Sánchez, con su familia y sus secretarios generales devorando su narrativa fundacional de integridad.

9. La oscuridad, un Parlamento convertido en túnel donde ERC, EH Bildu y los socios del chantaje permanente imponen su ley mientras el Ejecutivo avanza a tientas, sin proyecto, aferrado a lograr un día más de blindaje.

10. Y finalmente, la muerte de los primogénitos, la más devastadora en términos democráticos: la erosión de la confianza en las propias instituciones, la sensación de que nada es estable, de que todo es negociable, de que el Estado puede reescribirse según las urgencias de la semana.

Y así, plaga tras plaga, el deterioro se ha ido acumulando hasta convertir nuestro espacio común en un patio de atmósfera radiactiva en la que hace mucho que no se puede respirar sin protegerse.

Un patio es el espacio luminoso de una casa abierta, el lugar de recreo de los niños, el cónclave de vecinos que se ayudan y comparten.

Hoy, el gobierno de Sánchez ha mutado nuestra ágora común en el patio áspero de una cárcel, donde primero Cerdán y luego Ábalos y Koldo duermen mientras el país asiste estupefacto a un modus operandi nada anecdótico, sino organizado y criminal.

Este patio descorazona, pero tiene un extraño poder: señala con brutal claridad lo que muchos preferían no ver. Siete años de erosión moral y política.

La banda del patio (política, administrativa, económica) como grupo organizado.

Suma de complicidades, silencios, autoindulgencias y renuncias que han sostenido un poder que ya sólo boquea y resiste, porque la resistencia ha sido siempre la seña de identidad de Pedro Sánchez.

Resiste porque necesita procurarse la protección que proporciona el poder.

El presidente Sánchez y el resto de la banda, en una muestra de miseria máxima, se han echado definitivamente al monte despreciando la memoria de Javier Lambán.

Ábalos y Koldo ya están entre rejas por las mascarillas. Ha sido cuestión de un mes: la excarcelación de Cerdán y la petición de más de veinte años de prisión de la Fiscalía han dado un nuevo giro al guion. Ahora sí que la trenza de silencio se ha empezado a deshacer.

El caserío ha sido la primera entrega de esta nueva fase. Ya con un juicio próximo y una más que larga condena a la vista, empieza el cante y la colaboración acelerada con la justicia.

De camino a Soto del Real, la primera saeta: para llegar a Begoña, Air Europa. Y aún falta saber mucho de las cuentas en Suiza, de Plus Ultra y de Zapatero, vinculadas a Venezuela.

Así está el patio, sí.

Pero un país es un proyecto vivo que se recompone cuando decide recomponerse. Cuando se levanta, se organiza y vuelve a exigir reglas claras, instituciones limpias y un liderazgo que represente algo más que el instinto de supervivencia.

España ha salido de túneles más oscuros y ha enderezado horizontes que parecían perdidos. La sociedad española puede hacerlo otra vez. Y lo hará si quiere hacerlo, porque nada dura para siempre.

Y hasta las peores plagas pasan.