Zohran Mamdani, candidato a la alcaldía de Nueva York, en un acto de campaña, el 14 de agosto de 2025.

Zohran Mamdani, candidato a la alcaldía de Nueva York, en un acto de campaña, el 14 de agosto de 2025. Eduardo Munoz Reuters

Columnas BLOC DE NOTES

Zohran Mamdani, ¿un alcalde antisemita para Nueva York?

Siendo Jerusalén la capital, según Mamdani, de un "Estado genocida y nazi", no tiene dificultad alguna en comparar los resistentes palestinos con los insurrectos del gueto de Varsovia.

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Breve estancia en Estados Unidos.

En las conversaciones, las noticias, las redes sociales, en todos los labios, un tema: la elección municipal que este martes 4 de noviembre sin duda verá entrar en el Ayuntamiento de Nueva York a un alcalde de 34 años, Zohran Mamdani.

¿El problema?

Este hombre que, según todos los sondeos, está muy por delante de Andrew Cuomo y Curtis Sliwa, sus rivales, no tiene antecedentes políticos.

No tiene, salvo algunas resoluciones demagógicas, populistas e irrealizables sin la ayuda del Estado, ningún programa digno de este nombre.

Nada indica que sea capaz de gestionar un presupuesto de 110.000 millones de dólares, de pilotar 300.000 funcionarios municipales, en fin, de dirigir este Estado dentro del Estado que es la ciudad de Fiorello La Guardia, Ed Koch, Felix Rohatyn y Michael Bloomberg.

Bernie Sanders, Zohran Mamdani y Alexandria Ocasio-Cortez, en un mitin en Nueva York.

Bernie Sanders, Zohran Mamdani y Alexandria Ocasio-Cortez, en un mitin en Nueva York. Europa Press

Y, lo más importante, sostiene, desde el inicio de su campaña, sobre los israelíes y los judíos, declaraciones de una violencia inaudita que no tienen nada que envidiar a las de, en Francia, una Rima Hassan o un Jean-Luc Mélenchon.

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Juzguémoslo.

El hombre que, con toda probabilidad, será alcalde de Nueva York es un partidario decidido del boicot del único Estado judío del planeta.

Le repugna, además, decir "Estado judío" y reconocer el carácter judío del país que han construido, durante setenta y siete años, los supervivientes de los pogromos y del Holocausto.

No oculta el hecho de haber llegado a la política a través de la causa palestina y gracias a ella.

Retoma por su cuenta, sin remordimientos, las acusaciones de hambruna organizada y genocidio dirigidas contra Israel.

Ha dicho y repetido que le daría placer ver al primer ministro del Estado hebreo arrestado si, en la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas, por ejemplo, se le ocurriera poner pie en la ciudad.

Siendo Jerusalén la capital, según él, de un Estado genocida y nazi, tampoco tiene dificultad alguna en comparar los resistentes palestinos con los insurrectos del gueto de Varsovia.

Condena, ciertamente, el 7 de octubre, pero de labios para afuera y a condición de condenar también, en el mismo soplo, la "ocupación" y el "apartheid".

No encuentra nada que objetar al proyecto de "globalizar la intifada", si las palabras tienen sentido, y puesto que no hay, que sepamos, soldados de las FDI estacionados en Manhattan, eso significa que no sería desfavorable a la idea de ver atacados civiles judíos dondequiera que los haya y, por qué no, en las calles de Nueva York.

Añado finalmente que, cuando este posible y, ay, probable futuro alcalde de Nueva York conmemora, como es debido, la tragedia estadounidense del 11 de septiembre, hay una víctima, una sola, que parece arrancarle una lágrima: no son los casi 3.000 neoyorquinos muertos en las torres gemelas en fuego, sino su tía.

Que, porque llevaba velo, se habría sentido, en las semanas siguientes, "insegura" en el metro.

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Pero la suerte no está echada por completo.

Sus dos contendientes aún pueden aliarse y crear un dique.

Las grandes sinagogas de Nueva York, a imagen de la sinagoga de Park Avenue del rabino Elliot Cosgrove, han salido de su neutralidad y sus advertencias se amplificarán, creo, en los días venideros.

Y quizás las declaraciones de los empresarios, que son los verdaderos proveedores de empleos, comunicando que no dudarán en abandonar la ciudad e instalarse en un estado vecino si un alcalde antisemita toma el mando, hagan reflexionar a los electores antes de cometer lo irreparable.

Pero lo más probable es que se pasen por alto estas advertencias y que se responda con fanfarronadas del tipo "América no está en venta".

Sería una fecha negra para los judíos de Nueva York.

Un insulto a la memoria de Saul Bellow, Elie Wiesel, Leonard Bernstein.

Zohran Mamdani, antes del debate de las primarias demócratas para la alcaldía de la ciudad de Nueva York.

Zohran Mamdani, antes del debate de las primarias demócratas para la alcaldía de la ciudad de Nueva York. Vincent Alban Reuters

Un escupitajo en la cara de Emma Lazarus, la poetisa cuyos saludos de bienvenida a los humildes, afligidos, sin nombre y sin patria que llegaban a Ellis Island están grabados en el pedestal de la Estatua de la Libertad.

Sería el comienzo de una ruptura del pacto secular forjado entre la ciudad-mundo y el pueblo-libro.

Un seísmo en la historia de ese judaísmo que, en el momento en que se quería aniquilarlo en todas partes, descubrió en Nueva York el último lugar del planeta donde no sólo podía ser salvado, sino reinventarse.

Y, más allá de los judíos, sería todo el Partido Demócrata el que daría la espalda al legado de John Fitzgerald Kennedy, Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden, para sumarse a una facción que, so pretexto de "interseccionalidad", confunde la bandera verde de Hamás con la de los trabajadores.

De un lado, el America First.

Del otro, Alexandria Ocasio-Cortez y los suyos, cuyo avance neoyorquino reforzaría las tentaciones totalitarias.

América está en un aprieto.

Y es el mundo libre en su totalidad el que, si cae Nueva York, temblará una vez más sobre sus pilares.