Una escena de 'Los domingos'.
Las monjas están de moda
“Si encuentro en mí mismo un deseo que nada de este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo” (C. S. Lewis)
Me pregunto por qué llevamos una semana hablando de monjas. Me tiene desconcertada.
Se acaba de estrenar Los domingos, la película que Alauda Ruiz de Azúa ha dirigido sobre una niña adolescente con vocación a monja de clausura.
Ha ganado la Concha de Oro en el festival de San Sebastián y es una maravilla de película que trata al espectador como adulto y en la que Patricia López Arnaiz borda a una tía que adora a su sobrina y que vive con auténtica angustia su mística conventual.
Yo a la tía Maite me la he querido llevar a casa y hacerle unas lentejas y decirle que todo va a salir bien.
A Alauda se le ha preguntado mucho sobre su verdadera convicción.
– Genial no lanzar piedras contra las monjas. Pero, realmente, tú, Alauda, ¿qué piensas sobre todo este asunto?
No basta con qué hagas una película ganadora sobre la vocación religiosa, la familia, la identidad y todas sus complejidades. Resulta que las monjas son algo sobre lo que hay que posicionarse. Como la tortilla con o sin cebolla.
Monjas sí o monjas no.
Y luego tenemos a Rosalía anunciando su nuevo disco vestida con toca y diciendo que las monjas le parecen “ciudadanas celestiales”. Un punto para la madre superiora.
A mí, que soy de cole de monjas y que, por tanto, no tengo nada en contra, pero tampoco nada particularmente a favor (y que, desde luego, jamás vi a mi profesora de química de la ESO como a una ciudadana celestial), me hace preguntarme qué le está pasando a la gente con las monjas.
Dicen que lo católico vende.
Que la nostalgia está de moda.
Que ante la incertidumbre del mundo, hay peña un poco volada que quiere ponerse hábitos y cantar avemarías. Porque cualquier tabla es buena cuando el barco se está hundiendo.
Que lo reaccionario emerge como lo cool en tiempos de extrema derecha.
Si te descuidas, alguien te publica en breve un artículo serio explicando que el disco de Rosalía es en realidad una campaña de Vox.
Y, mientras tanto, Rosalía anda por ahí diciendo que tiene un vacío en su vida desde siempre que no ha conseguido llenar con experiencias ni con relaciones románticas.
Y parece que tampoco con un par de Grammys.
🗣Rosalía sobre Dios: "un vacío que solo Él puede llenar"
— Ecclesia COPE (@ecclesiacope) October 22, 2025
➡La cantante, que acaba de anunciar la portada de su próximo disco titulado 'LUX', ha hablado sobre su espiritualidad y el sentido de la vida en el podcast catalán 'Radio Noia' pic.twitter.com/9CCGZH3jY3
Las experiencias, las relaciones románticas, la universidad y el futuro al completo es lo que Maite de Los domingos le pone a su sobrina delante para disuadirla de entrar al convento.
“¿Y si esa vida no me llena?”, le pregunta la adolescente.
Y Maite responde: “Es que la vida también es eso. No estar feliz todo el rato”.
Y tiene más razón que un santo.
Pero, a la vez, no.
La vida también es eso, porque la vida es el vacío constante del que habla Rosalía.
Pero la vida no es eso, porque la vida también es no conformarse y encontrar lo que llena ese vacío.
Como dice C. S. Lewis: “Si encuentro en mí mismo un deseo que nada de este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo”.
Rosalía busca el otro mundo, la tía Maite se conforma con el vacío. Son dos formas de asomarse al abismo. Dos formas de bordear el misterio de la propia existencia.
Porque si algo exige el vacío, es respuesta. La adolescente de Los domingos cree haber encontrado la suya. Su tía Maite, que (ojo, spoilers) acaba gritando desquiciada que no existe el tipo de amor en el que la sobrina cree, también.
Rosalía parece que está en búsqueda. Hay quien entiende su propuesta como oportunismo en un momento en que lo reaccionario triunfa.
Son los que leyeron Feria de Ana Iris Simón como un manifiesto fascista.
Los que ven en el último libro de Javier Cercas un blanqueamiento de la Iglesia Católica.
Los que viven cegados y filtran la realidad a través de la ideología.
Los que, en definitiva, tienen empobrecida la mirada.
Los que se contentan con el vacío. Al contrario que Alauda Ruiz de Azúa, que no necesita tener fe para saber que no todo lo que uno no comparte es impostura, marketing o dogma.
La directora Alauda Ruiz de Azúa. EFE
Hay también quien dice que lo único que hace Rosalía es apropiarse de lo estético.
Como si lo estético no fuera también una declaración de intenciones. Como si la búsqueda de belleza no lo fuera también de la verdad. Llora Rosalía con la Escolanía de Montserrat porque sabe que uno encuentra las respuestas en aquello que le conmueve.
Y luego están los peores, que son los puritanos que dicen que mucha monja y poca moral. Que demasiado ligera va Rosalía como para hablar de fe.
Coño, por favor. Que somos un país católico, no calvinista. Que nuestro rollo es el de la casa hecha un auténtico desastre, pero nuestra Virgen bien colgada en la pared. El que perrea mientras se pregunta por qué perrea. No somos la casa impecable y el sótano lleno de cadáveres putrefactos.
Eso se lo dejamos a los puritanos modernos, que de tanto blanquearse se ahogan en su propia lejía.
Así que supongo que sí, que lo católico vende. Porque el vacío pide comprador.
Y como bien sabe la tía Maite, pasa la factura.