La tibieza de los pusilánimes
La tibieza de los pusilánimes
EL ESPAÑOL es un periódico que alza la voz cuando otros titubean, con información rigurosa y crítica, un espacio para quienes eligen la búsqueda de la verdad.
En tiempos convulsos, los caminos intermedios no ofrecen refugio: son arenas movedizas. Es como una relación de pareja -convencional o no-. La tibieza, lejos de proteger, condena. Y la historia ha demostrado en innumerables ocasiones cómo quedarse paralizado en ese ni fú ni fá ha acarreado consecuencias devastadoras.
Un capítulo insigne que siempre me fascinó fue el de aquel fraude en el que se enterró del todo la reputación de María Antonieta a costa de unos farsantes que comercializaron burdamente con su nombre para vender un collar de diamantes. Su marido, el desvaído, el pan sin sal de Luis XVI, en lugar de reaccionar con contundencia y señalar sin titubeos a los responsables, optó por la prudencia pasiva.
Denunció lo justo, con la boquita a la francesa, como pronunciando la palabra “truc”, en un intento de que el silencio pudiera contener la tormenta. La reina acabó arrastrada sin remedio hacia la caricatura de la futilidad, lo que acabaría condenándola a la muerte.
Pero no se me desvíen. ¿Qué quiere decir esto? Que en tiempos revueltos, como los que vivimos -ayer y hoy-, EL ESPAÑOL no se queda en ese limbo. Huye de la tibieza que acompaña a los pusilánimes y alza la voz cuando se presentan hechos condenables. No se refugia en el limbo de la equidistancia, pero tampoco agarra una bandera con dos manos, porque sabe que estas, a veces, envuelven tan fuerte o tan mal, que ciegan.
Por eso, a este periódico uno entra para informarse, pero también para pertenecer a un club. Existe una camaradería entre aquellos que escogen esta opción y dan el paso de suscribirse: “¿Tú también eres de...?”. No se pregunta con la ligereza de quien interroga sobre qué serie está viendo, sino con la convicción de pertenecer a algo que realmente le representa
A partir de ahí, surge la magia y las conversaciones de aires iniciáticos entre quienes entienden que el periodismo de verdad no consiste en dar la razón al poder, sino en desnudarlo y cuestionarlo para hacerlo mejor.
Lo mismo ocurre con el resto de secciones, incluida, por supuesto, Magas. “Vosotras sois más que un medio; sois un movimiento”, llegó a decir una alta ejecutiva vestida de traje de chaqueta rosa lavanda en una reunión de trabajo. Por supuesto, se sumó a él.
Entendió que este proyecto no es sólo -que me perdone el jefe, aquí el “sólo” es indispensable- noticias, sino también un espíritu compartido entre quienes optan por la independencia y la responsabilidad. Aunque, no nos engañemos, también por el entretenimiento.
Es como ese amigo que no se anda con rodeos, que te saca de tu zona de confort pero sabes que te dice lo que otros callan, y que al mismo tiempo sabe reír contigo. En aguas revueltas, esto vale más que un collar de diamantes.