Mathilde Reumaux y Fernando Arrabal, homenajeando la mítica foto de Eve Babitz y Marcel Duchamp.
Mis partidas de ajedrez con Marcel Duchamp… y con todos los demás
El dramaturgo Fernando Arrabal, último gran genio del siglo XX, debuta como columnista en EL ESPAÑOL, donde recordará cada semana sus vivencias con las mayores figuras de la cultura universal.
A veces, me pregunto si jugué más al ajedrez con Beckett que con Duchamp. O puede que con Tristán Tzara, en un café muy cerca de St. Germain, que es hoy una tienda de trajes a la moda.
Todos, hoy, ayer y siempre, quieren conocer mis resultados ajedrecísticos con eso que suelen llamar “los famosos”. En realidad, la pregunta a la que quieren que responda es: “¿Qué tal jugaban esos divos con los que usted compitió?”. Es un secreto prometido que ni quiero ni puedo divulgar.
Creo que la persona con la que más he jugado ha sido Marcel Duchamp (1887-1968). ¿Mi mejor amigo del siglo XX? El hombre que subvirtió el arte, mi maestro en la búsqueda de lo simbólico, la poesía y la confusión cervantina, filosófica y matemática.
Algunos lo llamaron “búsqueda de lo irracional”.
Los dos compartimos el honorable título de Trascendente Sátrapa que otorga el Colegio de Patafísica… sin olvidar el acento.
Duchamp solía decirme: “Cada jugador de ajedrez es un artista”.
Recuerdo un día, en la Promenade de Venus, en París, en que André Breton dijo: “Duchamp es el hombre más inteligente del siglo”. Duchamp creó la revolución de los ready-made, los objetos más cotidianos convertidos en arte. ¿El principio del dadaísmo?
Fernando Arrabal jugando al ajedrez.
Jugábamos al ajedrez en Nueva York y en París. Me acordé siempre mucho de él en mis decenas de partidas simultáneas.
A veces, me pregunto si jugué más con Beckett que con Duchamp. O puede que con Tristán Tzara, en un café muy cerca de St. Germain, que es hoy una tienda de trajes a la moda.
Con el hijo de Tzara, mi amigo Christophe, también jugué al ajedrez en un soberbio piso frente a Notre-Dame, que era de su entonces mujer, la hija de Nathalie Sarraute. Con Christophe urdí el atentado contra Franco gracias a su talento de doctor en química especialista en energía atómica.
Junto a Christophe quise usar, con su ayuda, un libro de Santa Teresa, colocando dentro algo atómico para que el dictador, al abrirlo…
Hasta que, para mi fortuna (detesto la violencia a pesar de aquello), Christophe decidió consultar a última hora al Partido Comunista. Le contestaron: “No es el momento oportuno”. Los comunistas no hacían nada sin que lo supiera su partido.
Cuando tiempo después fui detenido en España, creí que era por eso, pero se trataba de mi “dedicatoria blasfema”. Me salvaron cinco futuros premios Nobel: Beckett, Aleixandre, Canetti, Cela y Octavio Paz.
Pemán aceptó ayudarme porque había insultado a Dios, pero jamás a la virgen.
Jean François Revel, director de L’Express, me permitió durante treinta años escribir todas las semanas la crónica del ajedrez. Cuando se ocultó, dejé definitivamente mi colaboración con la revista. Los aficionados me reprocharon que, en vez de ajedrez, se hablara de la batalla naval, ¡como si yo hubiera sido el mandamás!
He jugado partidas simultáneas en medio mundo. Desde Montreal hasta Porto Alegre pasando por Buenos Aires. Con espectadores como Vargas Llosa, François Gourd o el Papa Francisco, que me dijo que le gustaban mis Terceras en ABC.
Eve Babitz escritora, jugó desnuda con Marcel Duchamp. 'Espléndida mujer' para Jim Morrison: [J.M: un ídolo¿se ocultó en París? Èl y yo fuimos en 1968 (Palacio d l Deportes Mx) ¿anzuelos de oro en los ríos de Babilonia? Pasamos la noche comiendo geranios salpicados de barro ] pic.twitter.com/FRqaNE9UvP
— Arrabal Fernando (@arrabalf) July 31, 2019
También jugué mucho con Cioran, Ionesco, Topor… Y muy poco con Dalí, que lo hacía primorosamente.
Y muchísimo con Gala. Con Gala jugué… ¿centenares de veces?
Duchamp me confesó, allá por 1958, que iba a crear étant donné, el gran proyecto secreto de su vida. Un conjunto que había que ver a través de dos mirillas en una puerta de madera. Dentro, entre otros, el cuadro de una mujer desnuda tumbada sobre ramas, con la cara oculta, las piernas abiertas y una lámpara de gas en la mano. Madera, ladrillos, terciopelo, ramas, pergamino, vidrio. La primera gran instalación del arte contemporáneo.
¿El voyeurismo? Sólo se mostró al público tras su ocultación.
Esa, “ocultación”, es la palabra que siempre empleamos, como reconoció Mel Gussow en The New York Times al analizar los cuatro avatares de las maravillas: dadá, surrealismo, patafísica y Pan.
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Arrabalescos
Cioran: "No puedo jugar al ajedrez, ¿siempre estoy más en contra que a favor?".
Ionesco: "Dando jaque mate, nada cuesta tanto como la felicidad".
Tzara: "Jugué contra Lenin en Londres. ¿Eso le impidió a él ser dadaísta y a mí leninista?".
Concentrados Beckett y yo en la partida, él levantó la cabeza y gritó: "¡Qué absurdo! ¡Qué absurdo!".
Eluard: "Desarrollo lentamente, pero me dejo acorralar a toda mecha".
Octavio Paz: "La partida se apagó como un volcán".
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Hasta la semana que viene… si Pan me presta vida.
Amados míos.
Arrabalaicamente…