Yolanda Díaz y Pedro Sánchez durante la reunión que ambos mantuvieron en Moncloa tras la publicación del informe de la UCO sobre Cerdán.

Yolanda Díaz y Pedro Sánchez durante la reunión que ambos mantuvieron en Moncloa tras la publicación del informe de la UCO sobre Cerdán. Moncloa

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Yolanda Díaz no se marchará del Gobierno porque alguien tiene que regañar a Sánchez

Una ve el enfado de Yolanda Díaz, tan gestual, tan rotundo que hasta podría olvidar el pequeño detalle de que el PSOE se mantiene en el Gobierno gracias al respaldo de Sumar.

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"Estamos muy enfadados", ha dicho Yolanda Díaz. Y lo ha dicho "en nombre de su país". Está enfadada porque todo apunta a que, en el seno del partido que gobierna este país, se cocinaba una trama de corrupción.

"Si aparecieran indicios de financiación ilegal en el partido socialista, ¿ustedes se irían del Gobierno?", le preguntó Alsina.

"Hombre, imagínese", contestó ella en lo que es la única parte comprensible y reproducible de una respuesta larguísima, de la que sólo sacamos en claro que "lo lleva como puede".

Debe de tener toda la casa planchada ya del estrés que está pasando.

Una ve el enfado de Yolanda Díaz, tan convincente, tan gestual, tan rotundo y hasta podría olvidar el pequeño detalle de que el PSOE se mantiene en el Gobierno gracias al respaldo de Sumar.

Yolanda Díaz, durante la entrevista en Onda Cero de este miércoles con Carlos Alsina.

Yolanda Díaz, durante la entrevista en Onda Cero de este miércoles con Carlos Alsina. Onda Cero

¿Decepcionada? Siempre.

¿Preocupada? A todas horas.

¿Exigir regeneración? Por supuesto.

¿Dejar de apoyar el Gobierno corrupto y asumir la responsabilidad de haber sido cómplices? No, por Dios. Tampoco hay que ponerse tiquismiquis cuando basta con enfadarse.

Hace unos años sí se podía ver a una Yolanda Díaz exigiendo la dimisión de Rajoy, al que le acusaba desde la tribuna de ser el jefe de una trama corrupta. Pero a Pedro no.

¿Por qué? Porque Pedro le ha dicho personalmente que él no tiene nada que ver. No se hable más. Al fin y al cabo, si algo ha demostrado Pedro Sánchez es que es un hombre de palabra.

Tiene el cuajo de decir que si ella fuera Feijóo, presentaría una moción de censura. Pero, por supuesto, desaconseja a Sánchez que se someta a una cuestión de confianza que la retrataría.

Es todo gravísimo y hay que tomar medidas claras, pero que las tomen otros. Ella, mientras tanto, está enfadada.

Hay que reconocer que seguirle el ritmo a las declaraciones de Yolanda Díaz es mareante.

Quizá es que  no hemos comprendido la necesidad que tenemos de Yolanda. ¿Quién iba a regañar a Pedro Sánchez si no? ¿A levantarle el dedito? ¿A decirle que ahora sí que sí, es la última oportunidad?

Necesitamos a Yolanda en el Gobierno y no lo sabemos, no valoramos su papel. Menos mal que ella sí. Su enfado es mucho más valioso embolsándose su jugoso sueldo anual que usándolo para forzar unas elecciones.

Yolanda Díaz se siente como la voz que grita en el desierto y quiere que sepamos que si ella se mantiene en su puesto, lo hace por nosotros. Porque su Gobierno está mejorando la vida de la gente.

No hay más que ver lo bien que funcionan los trenes, lo asequible que es el acceso a la vivienda, lo envidiable que es nuestra tasa de pobreza infantil en comparación con Europa, la disminución evidente de agresiones sexuales a mujeres.

En fin, podría decirse que se han cumplido con todas las expectativas que se podrían tener de un buen Gobierno progresista.

La vicepresidenta segunda de Sánchez trata a los ciudadanos como menores de edad a los que hay que hablarles constantemente como si estuvieran aprendiendo una canción en primero de infantil.

Díaz pide que no paguen justos por pecadores, pero ella ha participado en la mayor quiebra de la igualdad en la historia de la democracia al amnistiar a quienes podían mantenerla en el poder.

Díaz se mueve en un terreno difícil. Sabe que el Gobierno se desmorona y que le convendría desmarcarse de Sánchez. Así que hace aspavientos con su enfado.

Pero sabe también que fuera del Gobierno no sobreviviría al cainismo de Podermos. Que la izquierda actual está condenada a la irrelevancia. Que si ella ha llegado hasta ahí es gracias a una maquinaria podrida que ahora empieza a oler.

Así que se inventa una confianza en la inocencia de su presidente.

Yolanda cree que tiene margen todavía para elegir hacia dónde llevar sus lealtades. Pero no sabe que los demás ya somos conscientes de a quién ha elegido.