Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias.

Columnas CONVOCATORIA EXTRAORDINARIA

Pablo Iglesias 'el colectas' organiza un crowdfunding para pegarse con Soto Ivars y Víctor Lenore

A Iglesias se le está haciendo de día sin darse cuenta. No ha ligado, tiene un mal pedo y sólo le queda encontrarse con algún facha chiquitillo para pegarse.

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A veces la vida se parece a la mala literatura, como dijo Gabriel García Márquez.

Y Pablo Iglesias se parece a una mala crónica de la noche madrileña.

Pablo vino con una misión. Montar un bar. Una taberna de machos antifas que puedan lanzar micros a una diana con la cara de Vito Quiles, folletear con las hijas de papá y poner cosas muy fachas en las puertas del cuarto de baño.

Un bar como las discotecas pijas, con entrada que te da derecho a un vídeo, una canción, y foto con Pablo.

El negocio se lo van a pagar los liberados, las toqueteadas y los afiliados.

Resulta que lo más antisistema era una taberna. Y la casta, un hueso de aceituna escupido en el suelo.

La democracia, para Pablo, es una adolescencia que empalma con el cementerio, como el Estado de bienestar, pero fumaos y mamaos todo el día. De la cuna a la tumba, pasando por la cama de Errejón, como una fiesta de barrio, meada entre dos coches, vómito en el portal, y buen rollo y a seguir. ¡Cómo mola Pablo!

Podemos no era una ilusión, ¡era un bar! Con licencia para mamar y para follar. Montero de camarera y Pablo de relaciones: "te doy dos copas si te vienes, nena". Todo muy cañí, de Cats, Pachá y Capital. Si es que son los mismos bares con distinto rótulo.

Se le ve algo posgeneracional, demodé, nostálgico de fiesta del PC el miércoles y Green el viernes.

Pero todo con muy mala leche.

No la de la leche de pantera del Chapandaz, que te dejaba muy mal cuerpo al día siguiente, pero la fiesta la gozabas. La leche de Pablo es mala por principio. No es la resaca. Es la fiesta, que empieza a leches.

Lo que le molesta de Yolanda Díaz es que sea la pija del bar de enfrente, como el que iba de botellón a la plaza del 2 de mayo y se creía que estaba cambiando el mundo porque orinaba en una farola y no en Pachá. Para no ser la pija de enfrente y no sumar con Sumar, lanza micrófonos, destila bilis en un panfleto y pide a gritos que salgan los fachas de los bares para pegarse con ellos.

Pablo es el aguafiestas, el que tiene un mal pedo y con dos copas se pone agresivo.

Necesita a Vito Quiles, a Soto Ivars, a Lenore, y a todo el que le salga al paso porque, ya se sabe, a partir de las dos de la mañana, o vomitas, o ligas, o te pegas. No hay otra. La noche no se estira más.

Y a Podemos se le está haciendo de día sin darse cuenta. Da muy mal rollo llegar a casa cuando los barrenderos ya están recogiendo la basura del botellón. Y a Pablo le han apagado la música sin haber pillado cacho. No ha ligado, tiene un mal pedo y sólo le queda encontrarse con algún facha chiquitillo para pegarse.

Esto era Pablo, esto es Podemos. Un antro de amiguetes con muy mala leche que sólo ha venido a hacer la noche un poco más desagradable.