El canciller alemán Olaf Scholz y el candidato a canciller de la CDU, Friedrich Merz, debaten en el canal de televisión Welt TV en Berlín.

El canciller alemán Olaf Scholz y el candidato a canciller de la CDU, Friedrich Merz, debaten en el canal de televisión Welt TV en Berlín.

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El 23-F de Alemania: punto de inflexión para España y para Europa

Todo apunta a que Alemania endurecerá su política migratoria, lo que podría afectar a la cohesión social en la Unión Europea.

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Alemania ha sido considerada durante mucho tiempo el núcleo de Europa, su corazón o motor: un país que no sólo lidera económicamente, sino que también juega un papel central en las decisiones políticas y en la estabilidad de la Unión Europea.

Sin embargo, últimamente se ha convertido más bien en lo que The Economist ha llamado el "agujero en el corazón" del continente, enfrentando serias dificultades que están afectando tanto su economía como su cohesión interna.

Aunque representa alrededor de una cuarta parte de la producción total de la Unión Europea, Alemania ha estado inmersa en una profunda recesión durante los dos últimos años.

Las perspectivas para este 2025 no son mucho mejores, y existe un temor creciente de que este año sea el tercero consecutivo en el que la economía alemana no logre recuperar el impulso que tuvo en el pasado reciente.

El desajuste económico se ha visto acompañado de una creciente sensación de inseguridad entre los alemanes, especialmente por la percepción de que la inmigración irregular está fuera de control. Esto ha generado un terreno fértil para el crecimiento de la extrema derecha xenófoba, un sector político que ha crecido significativamente con discursos que alimentan el miedo y la división social.

Alice Weidel, el pasado domingo, a su salida del plató del programa de televisión 'Quadrell'.

Alice Weidel, el pasado domingo, a su salida del plató del programa de televisión 'Quadrell'. Kay Nietfeld Reuters

Este cambio en la política alemana ha fragmentado aún más el panorama político del país, haciendo que el gobierno se vuelva incapaz de tomar las decisiones debidas y dejándolo en una especie de bloqueo. Esta falta de acción no sólo afecta a Alemania, sino que también tiene repercusiones dentro de la Unión Europea, que se ve paralizada ante la incapacidad de Alemania para liderar con firmeza.

El modelo económico de Alemania, que ha estado históricamente supeditado a las exportaciones, en especial de manufacturas a mercados internacionales como China, ha sufrido un golpe severo. Además, la dependencia de fuentes de energía baratas, particularmente del gas ruso, también ha quedado en ruinas a raíz del conflicto en Ucrania y de las sanciones impuestas a Rusia.

A todo esto se añade la incertidumbre sobre la protección militar que Estados Unidos. Algo que, con las tensiones geopolíticas actuales, también está en duda.

En resumen, el entramado económico y geopolítico sobre el que Alemania se sustentaba ha cambiado drásticamente. Y ahora se enfrenta a un panorama mucho más incierto.

Las elecciones de este 23 de febrero (adelantadas por Scholz tras la ruptura de su coalición de gobierno el pasado noviembre) se perfilan como las más importantes en Europa en muchos años.

Olaf Scholz, a diferencia de su predecesora Angela Merkel, ha mostrado una capacidad limitada para gestionar crisis complejas.

Ante la actual situación, es probable que Merkel hubiera adoptado una estrategia más flexible en política energética, buscando equilibrios entre la necesidad de descarbonización y la viabilidad económica. Además, su capacidad para mantener alianzas internacionales habría facilitado un mejor posicionamiento de Alemania frente a la competencia global.

Mientras que Merkel mantenía un enfoque pragmático y era experta en generar consensos, el liderazgo de Scholz ha sido percibido como más dubitativo y menos efectivo en la toma de decisiones clave. Ha tenido dificultades para coordinar a su heterogénea coalición de gobierno y para ofrecer respuestas rápidas y estructuradas a la crisis económica y energética, lo que ha erosionado su popularidad.

Ante este escenario, la oposición conservadora de la CDU/CSU, liderada por Friedrich Merz, ha cobrado fuerza. Todas las encuestas apuntan a un vuelco político con la victoria del candidato de la CDU, si bien necesitará al menos un socio para poder gobernar.

Si se mantiene el cordón sanitario a la ultraderecha de AfD, la estabilidad del país dependerá de alianzas con los socialdemócratas o con los Verdes, con quienes la CDU mantiene algunas diferencias fundamentales sobre el futuro inmediato de Alemania y de la propia Unión Europea.

Merz representa una visión más ortodoxa en lo económico y una postura más dura en política exterior. Se espera, por un lado, que impulse políticas que fomenten la inversión privada y reduzcan la carga regulatoria para las empresas. También que apoye una estrategia más pragmática en energía, incluyendo una reconsideración del abandono nuclear, que refuerce la posición de Alemania dentro de la UE en un momento de incertidumbre geopolítica.

Pero su visión económica podría llevar a recortes en gasto público y menos apoyo a políticas sociales, además de generar fricciones con países como España e Italia por su enfoque más riguroso en materia fiscal. Y, por supuesto, todo apunta a que endurecerá la política migratoria alemana, lo que podría afectar a la cohesión social en la UE.

Lo que suceda después de las elecciones tendrá consecuencias profundas no sólo para Alemania, sino también para el rumbo de Europa en su conjunto y de España en particular.

Son muchas y evidentes las similitudes entre los problemas que afectan a ambos países: alta inflación, con los precios de la energía y los alimentos afectando a la clase media y a los más vulnerables; tensiones internas y polarización política; dificultades para disponer de una fuerza laboral cualificada; envejecimiento de la población, presión sobre los sistemas de pensiones y necesidad de políticas migratorias para equilibrar la caída de la población activa; presión para gestionar las expectativas de la Unión Europea, especialmente en cuanto a los fondos de recuperación post-Covid y las políticas fiscales…

Si Alemania opta por un repliegue nacionalista y aislacionista, un menor apoyo a políticas de cohesión y a la integración europea perjudicaría a España como gran beneficiaria de fondos europeos. Igualmente, un endurecimiento de la disciplina fiscal significaría menos flexibilidad para países con niveles de deuda elevados, como el nuestro.

Si Alemania refuerza su papel europeísta, España podría beneficiarse de una mayor estabilidad en la UE y de un liderazgo compartido en políticas de crecimiento e innovación. La cooperación en defensa, energías renovables y digitalización serían claves para fortalecer el bloque y ofrecer oportunidades de desarrollo.

En todo caso, si Merz llega al poder el próximo domingo, lo más probable será que el presidente Sánchez adopte una postura (moderadamente) más crítica hacia Alemania en lo económico y social, y que busque quizá alianzas con otros países del sur de Europa que, si bien están a gran distancia en lo ideológico, comparten posiciones similares en lo fiscal.