Rubiales, en la Audiencia Nacional junto a su abogada, Olga Tubau.
Luis Rubiales sigue sin entender qué hizo mal
El problema de Rubiales no fue que en España no hubiera clases de educación sexual en su época, sino de que aunque hubiese vuelto a nacer seguiría sin entender lo que está mal.
Ahora que ya tenían montado un cadalso en cada plaza mayor mientras la otra mitad de España le había levantado a Luis Rubiales una estatua en cada municipio como garante de no sé qué masculinidad rota.
Ahora viene la Justicia y le condena con unos míseros 10.800 euros, que es lo que se gasta un presidente de la Federación Española de Futbol en un vermú tonto de esos que se alargan.
Y tenemos a una mitad del país rabiando porque ni con la prisión permanente revisable se habrían sentido desagraviados y a la otra dándose golpes en el pecho porque a dónde vamos a llegar si un 'pico' tergiversado es digno de condena judicial.
Jenni Hermoso y Luis Rubiales en el momento del beso durante la entrega de medallas del Mundial. Cordon Press
Y entre tanto, el mundo va por otro lado que cada vez nos cae más lejos y pasa por dónde dicen Putin y Trump, que resulta que no es España ni por aproximación.
Pero nuestra civilización depende de Rubiales. Por eso aquí no se habla de otra cosa que de un beso, como si cuando dejen de gotear en Europa los oleoductos rusos y nuestro ejército (que es la sombra que proyecta el de Estados Unidos) ya no refleje un tamaño imponente para nuestros enemigos, nos fuésemos a calentar y a defender con besos, sean de viejo verde o de príncipe azul.
Rubiales es ese tío por el que todos los padres del mundo creían en Dios. Y rezaban cada noche para que sus hijos no le saliesen gañanes con estudios. Los padres llevan a sus vástagos a museos todavía con la firme convicción de que el barniz de la educación calará de maneras imprevisibles evitando comportamientos como el del condenado.
De que el alma está en el pecho y pesa 21 gramos y no en la entrepierna del personal.
El problema de Rubiales no fue que en España no hubiera clases de educación sexual en su época, sino de que aunque hubiese vuelto a nacer seguiría sin entender lo que está mal, como gran parte de los que querían condenarle y también los que querían absolverle.
Luis Rubiales es ese tío que siempre cuenta un chiste peor, el que no sabe tratar a una mujer ni por aproximación. 10.800 euros de multa me parece poco para todo lo que habrán tenido que aguantar los que le caen alrededor, y no sólo mujeres.
Y me parecen una barbaridad para el caso en cuestión.
Pero resulta que lo caro ha sido el juicio y los ríos de tinta que han corrido desde aquel 'pico' pitopáusico que le hizo famoso en 2023.
Rubiales, no es necesario conocerle, es ese español sin modales que va por el mundo como si cualquier ciudad fuese la verbena de su pueblo. No hacía falta tener un master en protocolo para darse cuenta de que lo suyo no eran los modales, que de haberse educado en Oxford, habría dejado allí la caballerosidad.
Eso de agarrarse el cimbrel para celebrar un gol teniendo a la infanta al lado.
Eso de asirse el cimbrel sea la circunstancia que sea.
Rubiales es tu tío el que no se calla en una mesa grande y su España no es de este mundo. De esos que confunde la mala educación con lo gentil y lo grosero con la audacia.
España, por suerte, es un país de climas templados se ponga como se ponga el personal. Se nos embrutecerá el votante, dando rienda suelta a sus instintos, porque los políticos han montado una industria entera alrededor de que el ciudadano medio cada vez esté menos sosegado y quiera defenestrar al que piensa distinto, sin calibrar siquiera la diferencia entre un delito y una falta de educación.
Pero la Justicia por suerte para casi todos sigue siendo justa, le pese a quién le pese.