Hay un abogado estadounidense aireando en la prensa anglosajona que el erario español está al recaudo de una banda de "carteristas". Robert Amsterdam ha lanzado varias campañas en el Wall Street Journal y el Financial Times para alertar de que nuestra Agencia Tributaria se ha convertido en "un arma" para hostigar a los contribuyentes extranjeros.

El aviso a navegantes foráneos no nos pilla por sorpresa a los nativos. Es sabido que, por lo menos desde tiempos de Cristóbal Montoro, el Ministerio de Hacienda administra un auténtico régimen de Terror fiscal. Una afinada maquinaria de extorsión estatal que deja la diplomacia arancelaria de Trump en un acuerdo de caballeros.

En los últimos años hemos naturalizado las auditorías arbitrarias, las investigaciones prospectivas y las reclamaciones desorbitadas perpetradas por Hacienda, sin prestar la atención debida a la disparidad de fuerzas existente entre el voraz Leviatán y el ciudadano raso, por acaudalado que este sea. Por eso, aquella propuesta de Feijóo de un Estatuto del Contribuyente para paliar la indefensión del tributario no debió haberse perdido entre la bruma de las veleidades peperas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el acto de presentación del Observatorio de Derechos Digitales, este miércoles.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el acto de presentación del Observatorio de Derechos Digitales, este miércoles. Alberto Ortega / Europa Press

Y si hemos llegado a este umbral de tolerancia hacia el emporio de la confiscación es principalmente porque son ya muchas décadas de franquismo-leninismo del PSOE, que han ahormado los corazones de muchos españolitos hasta asentir al grotesco lema de "Hacienda somos todos".

Cuarenta años de reforma cultural prisoe dan para invertir la tradicional caricatura española del indeseable hombre del frac hasta ver al inspector de Hacienda con buenos ojos, incluso como para hacerle merecedor de series de televisión.

Y ello gracias en gran medida a la explotación por parte de la Agencia Tributaria de expedientes mediáticos, que permitía la fotogenia de un Tesoro protector que volcaba todo su celo en evitar que los ricachones le escamotearan a los españoles sus merecidos servicios públicos.

¡A pagar, Shakira! ¡Venga, Cristiano, a pasar por caja como todo hijo de vecino! ¡A por ellos, ministra!

La educación sentimental pobrista del PSOE, que ha conseguido instalar socialmente una resentida suspicacia ambiental hacia quien gana dinero y una disposición favorable a la hinchazón administrativa, es el acomodo narrativo para el declinar del dinamismo económico y su absorción por el Estado. Un maridaje patético de patriotismo fiscal y mentalidad tercermundista que permite que la rana se siga quemando en la olla del empobrecimiento.

El reciente amago de caída de las ayudas al trasporte del decreto ómnibus sirvió como epifanía de la magnitud de la cautividad clientelar en la que la oligarquía partitocrática mantiene aherrojada a la población española. Resulta que, en la envidiable locomotora económica de Europa, millones de ciudadanos no pueden sufragarse el transporte público si no es mediante subsidios.

No sorprende así la constatación empírica de que la base social del PSOE esté conformada por los sectores poblacionales donde más arraigado está el sistema de dependencia estatal.

Y naturalmente que el pillaje fiscal denunciado por el letrado americano está "motivado únicamente por la maximización de ingresos". ¿O cómo piensa usted que puede sostenerse la única industria boyante en España, que es la de la facturación de observatorios y comisionados?

Son tantas las imágenes cruzadas en nuestra retina del presidente del Gobierno en un atril colocado delante de un pantallón IMAX, proyectando un power point minimalista con lemas pistonudos, que uno tiene ya la sensación de ver a Sánchez anunciar cada semana una nueva canonjía regulatoria de la que pronto nadie se acordará.

Todo gracias a que, en este país en vías de subdesarrollo, el único organismo público que sigue funcionando perfectamente es la Agencia Tributaria. Y no es magia, son tus impuestos.