Terroristas de Hamás rodean a la rehén israelí Arbel Yehoud, liberada en Khan Younis el pasado 30 de enero.

Terroristas de Hamás rodean a la rehén israelí Arbel Yehoud, liberada en Khan Younis el pasado 30 de enero. Reuters

Tribunas LA TRIBUNA

El alto el fuego en Gaza no es ninguna victoria para Hamás

Ni siquiera el alto el fuego ha servido para acabar con la persistencia entre los palestinos de las ilusiones sobre lo que pueden y deben conseguir, principal obstáculo para la paz.

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Al analizar la lamentable historia de las relaciones palestino-israelíes, son muchos los factores que nos han traído a este momento. Uno de los más significativos es la persistencia entre los palestinos de las ilusiones sobre lo que pueden y deben conseguir.

No se trata sólo de que, desde el principio, rechazaran cualquier presencia judía en su patria histórica. Incluso después de que Israel se estableciera y se convirtiera en una fuerte potencia militar, persistieron en su objetivo maximalista de eliminar el Estado judío incluso cuando existían oportunidades de compromiso que ofrecieran a los palestinos la posibilidad de alcanzar la soberanía.

Todo esto quedó en evidencia cuando aparecieron en las pantallas de televisión imágenes de gazatíes eufóricos durante la liberación de las tres primeras rehenes y de dirigentes palestinos saludando el acuerdo de alto el fuego como una victoria y una capitulación del Estado judío.

Independientemente de lo que uno piense del acuerdo (traer a los rehenes a casa era la principal prioridad de Israel), la noción de que lo que ha ocurrido desde el 7 de octubre puede considerarse un triunfo para los palestinos es una ilusión peligrosa. Demuestra que los palestinos no han escapado a las nocivas creencias que han impedido su progreso durante décadas.

Seamos claros. El 7 de octubre fue una auténtica catástrofe para Israel. Y la percepción de los palestinos y otros en el Medio Oriente de que expuso la vulnerabilidad israelí de una forma que no tenía precedentes no fue ilusoria.

La altamente respetada Inteligencia y el Ejército de Israel habían fracasado y, comprensiblemente, los actores de la región lo vieron como un momento que abría nuevas posibilidades para su objetivo de eliminar el Estado judío. El fuerte Israel resultó ser un tigre de papel a los ojos de sus enemigos, y en ese instante no pareció que la posibilidad de eliminarlo fuera tan sólo un sueño.

"Caracterizar el acuerdo alcanzado por las partes como una señal de victoria de Hamás en este conflicto es, una vez más, una pura fantasía"

Sin embargo, la situación en la región ha cambiado debido a los éxitos militares y de inteligencia que Israel ha logrado durante los últimos quince meses. Hamás está en gran medida destruida militarmente, ya sea mediante el asesinato de la mayoría de sus dirigentes, la muerte de un gran número de sus combatientes, la destrucción de su red de túneles y el bloqueo de sus rutas de suministro de armas.

Además, el sistema de apoyo regional de Hamás también ha sido diezmado. Hezbolá ha quedado debilitado tras su intervención en el conflicto para apoyar a Hamás. Lo que alguna vez fue la mayor amenaza para la seguridad de Israel ha quedado reducida, si no eliminada.

Mientras tanto, Irán (el principal patrocinador de Hamás) intentó aprovechar la percepción de debilidad israelí tras el 7 de octubre.

Pero al atacar directamente a Israel, se encontró con defensas aéreas que neutralizaron sus ataques y provocaron una contundente respueste aérea israeli, debilitando así sus propias capacidades defensivas. Esto dejó al descubierto el hecho de que la República Islámica está ahora más expuesta que nunca a las amenazas israelíes contra sus instalaciones nucleares.

Por otro lado, Siria, que se había convertido en otro bastión del poder iraní y en una amenaza en la frontera de Israel, también ha visto su influencia desmoronarse. La caída del régimen de Asad anuló cualquier esperanza de Hamás de contar con un verdadero aliado sobre el que apoyarse.

Todo esto deja en claro que, más allá de lo que depare el futuro, caracterizar el acuerdo alcanzado por las partes como una señal de victoria de Hamás en este conflicto es, una vez más, una pura fantasía.

La alegría por el fin del derramamiento de sangre es comprensible, pero no es ninguna victoria para Hamás.

Lo más preocupante es que, a pesar de todas las pérdidas sufridas, la mentalidad palestina no parece haber cambiado. La misma visión que ha socavado su causa durante décadas sigue intacta.

Así que, mientras muchos insisten en que Israel debe presentar un plan para "el día después" (una expectativa razonable), la reacción palestina ante el acuerdo refleja los mismos obstáculos que han frustrado cualquier conversación futura.

En resumen, aunque se habla mucho de cuál debería ser la estrategia israelí a largo plazo, el mayor énfasis de la comunidad internacional, especialmente con todos los cambios regionales, debería centrarse en lograr que los palestinos enfrenten la realidad y acepten soluciones que garanticen seguridad y estabilidad tanto para los israelíes como para los palestinos.

Sin ese cambio fundamental, seguiremos atrapados en el mismo ciclo de estancamiento, y los palestinos continuarán sufriendo mientras el mundo espera el próximo conflicto.

*** Kenneth Jacobson es el director nacional adjunto de la Liga Antidifamación (ADL).