Que las negociaciones al fin se están produciendo no es ninguna sorpresa. Que Donald Trump ya tiene un rumbo claro, también lo han revelado las últimas "filtraciones" aireadas por la Casa Blanca. Y que nadie tiene ni idea de lo que va a hacer Vladímir Putin, también es un hecho.

En estos momentos, el plan de Trump pasaría por dos grandes etapas típicas de la diplomacia bélica. Primero, conseguir el alto el fuego, que debería llegar como muy tarde el 20 de abril. Y, a continuación, un acuerdo de paz definitivo que habría de llegar en los meses siguientes, y que incluiría rebajar las sanciones a Rusia tres años después.

Donald Trump junto al presidente ucraniano Volodímir Zelenski.

Donald Trump junto al presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Reuters

Para alcanzar el alto el fuego se establecerían tres periodos:

1. En febrero, llamada de Trump a Putin.

2. En febrero o marzo, reunión con Putin y Zelenski.

3. En abril (Semana Santa), declaración de alto el fuego.

Tras la declaración de alto el fuego entrarían en efecto varias condiciones, a saber:

a) Las tropas ucranianas se retirarían del óblast de Kursk en Rusia.

b) Ucrania no prorrogaría la Ley marcial en mayo.

c) Se acordaría una Conferencia Internacional de Paz.

d) Rusia cesaría sus ofensivas y bombardeos.

Finalmente, en el acuerdo de paz definitivo que habría de surgir de la Conferencia Internacional de Paz, los norteamericanos propondrían las siguientes medidas:

- Ucrania no reconocerá, pero tampoco reclamará la devolución de los territorios ocupados por Rusia, y reconocerá la soberanía de la Federación Rusa sobre los mismos.

- Ucrania no se unirá a la OTAN y habrá de declarar su neutralidad.

- Ucrania podría unirse a la Unión Europea a partir de 2030.

- La Unión Europea facilitará la reconstrucción del país.

- El ejército ucraniano seguirá recibiendo apoyo militar de Estados Unidos.

- En tres años aproximadamente se empezarían a levantar las sanciones a Rusia, incluyendo aquellas relativas al comercio de energía con la Unión Europea.

- Se celebrarían elecciones en Ucrania, en las que podrían participar partidos prorrusos o favorables a la paz.

- Se efectuaría un referéndum en Ucrania para el establecimiento de tropas de paz europeas en Ucrania, en una suerte de frontera-colchón con Rusia.

Como vemos, se trataría de un acuerdo ambicioso, que fuerza a Ucrania a efectuar grandes concesiones, incluyendo la dolorosa cesión territorial.

Sin embargo, preserva la soberanía última de Kiev sobre Ucrania, puesto que no se contempla ninguna clase de medida tendente a la "desmilitarización", uno de los objetivos prioritarios de Rusia. Es decir, que Ucrania conservaría la herramienta soberana que constituyen sus Fuerzas Armadas. Y además mantendría sus relaciones comerciales-militares con Estados Unidos, a la vez que accede a la Unión Europea.

Es decir, a la vez que sale para siempre de la órbita rusa.

¿Avala el campo de batalla un acuerdo así? Por ahora, sí.

En 2023, el avance promedio de Rusia en sus principales ejes de ataque apenas se medía en cientos de metros mensuales. Un ritmo al que les resultaría imposible terminar la guerra ni en un siglo.

No obstante, en realidad los rusos habían apostado por una estrategia de desgaste largoplacista que en 2024 les ha ofrecido resultados aún muy pobres, pero sustancialmente superiores.

El año pasado, Rusia logró medir sus avances en medias de varios kilómetros mensuales en sus ejes de avance más exitosos, si bien sufrieron un notable revés en la ofensiva ucraniana de Kursk.

La verdadera incógnita militar en estos momentos no es tanto el equipamiento, del que se supone que las partes tienen suficiente como para conducir sus operaciones durante los próximos meses, al menos hasta el verano.

Vladímir Putin durante una reunión telemática con el presidente chino Xi Jinping.

Vladímir Putin durante una reunión telemática con el presidente chino Xi Jinping. Gavriil Grigorov Reuters

El problema es que la estrategia rusa, tras tres años de guerra, estaría empezando a ofrecer resultados ahora. Resultados que para los deseos de los rusos habrán de ser acumulativos y crecer exponencialmente en 2025.

Pero el condicional en el párrafo anterior es muy importante. En realidad, la estrategia rusa carece de certidumbre debido a los largos tempos que maneja, y a los numerosos cambios políticos y militares que pueden producirse.

El nudo gordiano de la ecuación del desgaste sería el reclutamiento de personal, especialmente en Ucrania, donde la Ley de Movilización General aprobada en mayo de 2024 no ha permitido reclutar suficiente personal como para estabilizar el frente casi ocho meses después.

Este hecho puede tener dos lecturas.

La primera es que los rusos simplemente desbancan a Ucrania en términos de reclutamiento, pese a que, al contrario que Ucrania, ellos no han adoptado un estado permanente de movilización general.Y pese a que llevan el peso del ataque.

En contraste, la segunda lectura es que Rusia ya está consumiendo sus excedentes de personal acumulados en 2023 y 2024. Y el ritmo de reclutamiento ucraniano, aún siendo alto, ha sido insuficiente como para estabilizar el frente rápidamente. Sin embargo, terminará por estabilizarlo en los próximos meses.

En definitiva, la situación es incierta, aunque parece ligeramente favorable para Rusia. Y los rusos albergan la esperanza (en parte posible y en parte infundada) de que 2025 sea el año en que la guerra de desgaste de sus frutos.

Desde mi punto de vista, y pese a las amenazas de Trump de hundir los precios de los hidrocarburos a partir de la OPEP para dañar las arcas de Rusia, el incentivo económico es secundario en esta guerra de carácter político y de supervivencia para Putin. Por lo que el mandatario continuará en su aventura bélica siempre y cuando espere vencer cómodamente.

También sabemos que para Putin es importante el asunto de la desmilitarización. Su idea es imponer una suerte de Tratado de Versalles de 1918 o un "derribar las murallas de Atenas" como el que impuso Esparta al vencer en las guerras del Peloponeso.

Es decir, que Moscú probablemente desea una cláusula de reducción de fuerzas del ejército ucraniano y una abstención de Estados Unidos como socio comercial militar de Kiev. Algo que no haría sino enrocar a Washington en el vecindario oriental de una Rusia que (desde su propia lógica) inició esta guerra para mejorar su seguridad alejando a Estados Unidos y a la OTAN de Ucrania.

En definitiva, en mi opinión, los rusos dilatarán los calendarios negociadores para mejorar su posición en el campo de batalla, cosa sumamente incierta. Y si estos no mejoran sustancialmente en 2025, negociarán.

Además, si se sienten débiles e incapaces de obtener algo mejor que lo ofrecido por Trump, o si temen la ira de este, quizás haya una posibilidad real de que la paz llegue esta Semana Santa.