Tanto repiten Santiago Abascal y Alberto Núñez Feijóo en cada medio de comunicación que visitan, con cada micrófono que les enchufan, que Sánchez debe dimitir, que les ha pasado lo que les ocurre últimamente a todos los oradores públicos: que han perdido la capacidad de hablar con propiedad.

El suyo es un español hueco con palabras de pladur. Un idioma entero, con un diccionario vacío, lleno de sentencias que no dicen nada. Citan a sus antecesores, como argumento de autoridad, porque Ovidio o Cicerón les caen muy lejos. Prefieren la meditación sobre el escaño en la postura del loto que las Meditaciones de Marco Aurelio.

Tanto ha pedido la oposición que se vaya Sánchez, que al final se ha ido. "¡Si me queréis, irse!". Y ya no está Sánchez Pérez-Castejón.

David Sánchez, el hermano del presidente del Gobierno.

David Sánchez, el hermano del presidente del Gobierno. Europa Press

Lo que ocurre con los políticos es que nunca están contentos y como se han acostumbrado a las ambigüedades, por no especificar qué Sánchez (como si hubiera pocos en España) les ha dimitido el Sánchez que no es.

Pero por algo se empieza.

Esto es cogerle afición. Dimitir y rascar, todo es empezar.  

El que ha dimitido, para que se quede usted tranquilo, es David Sánchez, hermanísimo del verdadero césar Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Tal vez en previsión de que dentro de poco haya una plaza libre de fiscal general del Estado, que es un puesto con mucha más proyección que el de la Diputación de Badajoz.

O de presidente del Consejo de RTVE.

O de presidente en Correos, porque el PSOE tiene una capacidad de colocación que ya quisieran los del INEM.

Si no estorbara la oposición entre Pedro y Yolanda, acaban con el 11% de paro en un rato.

David Sánchez ha dimitido para estropearle a su hermano las cifras de desempleados. O porque ahora que por fin han descubierto dónde tenía el despacho, el de la Oficina de Artes Escénicas, corría el riesgo de que le tocase trabajar de verdad.

¡Dónde se ha visto un bohemio incomprendido, de currículum laxo, que trabaje!

Los artistas (sobre todo, curiosamente, los que más airean su ideología) viven de su arte, aunque no sepa nadie muy bien en qué consiste su arte.  

Lo peor no fue descubrir que al hermano del presidente le habían creado (presuntamente) un puesto a dedo en Extremadura para que pudiera otear desde su casa en Portugal que no se lo quitaba nadie.

Lo peor ha sido aquel video borroso de su declaración, que por la mala calidad de la imagen (ya no se filtra como antes) resultó una escena perturbadora.

Incapaces de reconocer la cara del sujeto con nitidez, sólo se escuchaba una voz que cualquier español con oídos podía reconocer. La del presidente del Gobierno. El mismo tono, la misma dicción… si no fuese porque nadie podrá decir que Pedro Sánchez no sabe dónde está la Moncloa.  

Se ha ido Sánchez, el otro, así que puede estar tranquila la oposición porque todavía les queda presidente para rato.