Putin clama venganza, pero no parece que la vaya a dirigir necesariamente contra los autores del brutal atentado terrorista del viernes noche en Krasnogorsk.

A medida que pasan las horas, resulta evidente la voluntad del Kremlin por utilizar el atentado en su agenda bélica y de supresión de cualquier disidencia interna. De ahí la necesidad de fabricar una muy dudosa e inverosímil conexión del gobierno ucraniano con el ISIS del Jorasán (ISIS-K), la rama del autodenominado Estado Islámico en la región del Jorasán fronteriza entre Irán, Pakistán y Afganistán.

Lo cierto es que la autoría del ISIS no encaja bien en la agenda del Kremlin para estas próximas semanas centrada en Ucrania y resulta, además, problemática. Tanto que, Margarita Simonián, una de las desinformadoras de cabecera del Kremlin, ha publicado en X que la autoría del ISIS es un bulo. Pero va a resultar difícil despacharlo tan rápido.

El presidente ruso, Vladímir Putin, este sábado durante su alocución en televisión tras el atentado islamista en Rusia.

El presidente ruso, Vladímir Putin, este sábado durante su alocución en televisión tras el atentado islamista en Rusia. SERGEI ILNITSKY EFE Moscú

El ISIS-K lo ha reivindicado por unos de sus canales oficiosos y, de momento, no hay ninguna razón o indicio para dudar de ello. De hecho, que al menos, cuatro de los once detenidos hasta el momento sean de origen tayiko refuerza la hipótesis del ISIS-K.

El ISIS-K es un grupo muy activo en los últimos meses. Son los responsables, entre otros, del gran atentado en Irán a principios de este año durante la celebración de un memorial en recuerdo del general Soleimani, jefe de la Guardia Revolucionaria iraní.

Esta rama del ISIS tiene al régimen iraní y al nuevo gobierno talibán entre sus objetivos preferentes. Y eso entraña que también Rusia esté en su punto de mira desde hace meses. Por su cada vez más estrecha conexión con Teherán y por su apoyo clave al régimen de Assad en Damasco.

Por no mencionar, que el ISIS dispone además de una rama en el Cáucaso norte conformada, sobre todo, por chechenos, ingusetios y daguestaníes. Es decir, ciudadanos de la Federación Rusa.

Sin embargo, desde el inicio de su intervención militar en Siria en septiembre de 2015, el Gobierno ruso siempre ha insistido ante su opinión pública en que no entrañaba ningún riesgo para la seguridad del país.

De ahí, por ejemplo, la negativa de Moscú durante dos semanas a considerar como un atentado terrorista la catástrofe del vuelo de Metrojet en el Sinaí egipcio en octubre de aquel año. La intervención militar en Siria y la intensa actividad diplomática desplegada en el conjunto de Oriente Medio debían ser un entrenamiento y una fuente de orgullo para las audiencias rusas. El mensaje era que Rusia había vuelto como gran potencia a la escena internacional.

La autoría del ISIS-K es, por ello, doblemente problemática.

Por un lado, puede (o acaso debería) obligar a Moscú a dedicar esfuerzos para neutralizarla. Pero eso supone, implicarse más activamente en la región del Jorasán y, quizás, en Siria. En el contexto, conviene no olvidar, de una posible escalada regional de la guerra en Gaza con Moscú mostrando una relación muy estrecha con Hamás antes y después de los atentados del 7 de octubre.

Es digno de mención que las manifestaciones de dirigentes iraníes en las últimas horas han apuntado todas a la disposición fervorosa de Irán para combatir junto a Rusia contra el terrorismo de "EEUU e Israel" y sus "seguidores del ISIS". Pero no parece que ese sea el frente en el que el Kremlin quiera involucrarse ahora mismo.

Por otro lado, es problemática por cuanto apunta a una terrible incompetencia (otra más) del FSB. Un servicio de inteligencia particularmente eficaz a la hora de reprimir a opositores políticos y cualquier disidencia pacífica, pero incapaz de prevenir un atentado de esta magnitud o de reaccionar en menos de 60 minutos ante un ataque en una ciudad que forma parte de la gran área metropolitana de Moscú. Para entendernos, Krasnogorsk es el Alcobendas de Moscú.

Así que recapitulemos: el 7 de marzo, las autoridades rusas, por medio del FSB (servicio de inteligencia interior), anuncian que han abortado un supuesto ataque contra una sinagoga en Moscú planeado por una célula del Estado Islámico.

Al día siguiente, las embajadas de EEUU y del Reino Unido emiten una alerta pública para que sus nacionales en la Federación Rusa eviten las aglomeraciones en Moscú por riesgo de atentado.

Este tipo de alertas son frecuentes y se emiten cada vez que el Departamento de Estado o el Foreign Office reciben inteligencia que apunta a algún posible ataque. Eso no implica que la embajada en cuestión disponga necesariamente de información operativa precisa, pero sí entraña que EEUU comparte la inteligencia de la que dispone con el Estado donde puede producirse el ataque. En este caso, las autoridades rusas.

Explico esto por la cantidad de cuentas españolas prorrusas en X tratando de sembrar dudas y sorprendiéndose de que las autoridades estadounidenses pudieran alertar anticipadamente. Se llama labor de inteligencia conducida por servicios de Estados democráticos que tratan de prevenir atentados terroristas. Esa es una de sus funciones básicas. Ni más ni menos.

La respuesta oficial rusa fue desdeñar estas advertencias. El propio presidente Putin se refirió el pasado 19 de marzo a ellas como un "intento de chantaje y de desestabilización de la sociedad rusa" por parte de EEUU y sus aliados. ¡Ese pérfido Occidente que no ceja nunca en su ataque a la pobre Rusia!

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En cualquier Estado democrático esto podría provocar algunas preguntas, pero no será así en la Rusia actual.

El canal NTV, uno de los principales canales de televisión rusos, ha estado rápido en responder al llamado de Putin y ha difundido un, con toda seguridad, deepfake en el que Oleksiy Danilov, secretario de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, aparece diciendo que "es divertido lo de hoy en Moscú. Muy divertido. Me gustaría creer que les organizaremos [a Rusia] más de esa diversión con frecuencia".

Obviamente, el Kremlin insiste en la supuesta conexión ucraniana para galvanizar el apoyo popular ruso a la rumoreada nueva movilización que se avecina. El pasado miércoles, el ministro de Defensa, Sergei Shoigú, anunciaba la creación de dos nuevos cuerpos de ejército con vistas a redoblar el esfuerzo militar en el intento de conquista y destrucción completa de Ucrania.

Ahora bien, que la opinión pública rusa vaya a comprar esta supuesta conexión ucraniana está por ver. Todo es posible con el impacto emocional del atentado, pero es tan burdo que resulta difícil de creer.