El desliz del pasado viernes de Alberto Núñez Feijóo pone de manifiesto que en el seno del Partido Popular permanece una duda. Como en los tebeos de nuestra infancia, un diablillo susurra a un oído y un angelito al otro.

Y, en medio, una cara indecisa. ¿A quién escuchar? ¿A la derechita canalla que grita o a la centrada que calla?

Este es el dilema no resuelto en el Partido Popular. La vía por la que han acabado haciendo agua los últimos líderes populares

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el de la Junta y el PPCyL, Alfonso Fernández Mañueco, en una imagen de archivo.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el de la Junta y el PPCyL, Alfonso Fernández Mañueco, en una imagen de archivo.

A Feijóo le podría resultar connatural una España centrada. Pero desde que aterrizó en Madrid, los altavoces que magnifican las posiciones canallitas le confunden. Y esa confusión, que es la que le ha llevado a no prever la inconveniencia de los pactos de gobierno autonómicos, es la que ahora le ha hecho patinar de nuevo. 

Planteemos una hipótesis. ¿Y si el Feijóo off the record fuese el bueno? Un Feijóo que se atreve a plantear términos medios, posturas de encuentro, hablar de indultos con condiciones, un plan de reconciliación nacional, pactos entre contrarios en sede pública, reformas constitucionales y pactos de Estado. 

Pero ese Feijóo bueno da la sensación de no terminar de creer en sí mismo. Es como si el ángel malo le dijese al oído que esos términos medios son gallegadas provincianas y que desde la capital se le va a enseñar a hacer política nacional. El bueno intuye que desde Madrid lo único que van a conseguir es replicar un folclore cañí que no gana elecciones, aunque sea pródigo en zascas, pero el malo le confunde.

Para escuchar al ángel bueno hay que ser muy audaz y estar muy convencido. El camino del consenso y la reconciliación siempre es más duro. Para recorrerlo hay que ser muy valiente, y sólo se puede intentar si se tiene la mochila cargada de convicciones. Si no es así, es mucho más inteligente optar por la vía de la confrontación y el antisanchismo. Es la vía fácil, acomodaticia, y que menos problemas va a dar.

La bronca da aplausos y derrotas electorales, la moderación da votos y disgustos. Hay que elegir. 

Para traducir la moderación en votos hay que hacerla creíble, porque si es sólo estrategia, entonces se entiende como traición, y eso es lo único que los españoles, desde Pepe Botella y Fernando VII, no perdonan. La nación española no tolera felonías. 

La moderación será creíble si, en primer lugar, se está dispuesto a arriesgar una posición electoral. No es lo mismo plantear unos pactos electorales porque así se suma contra todo lo demás, que plantearlos porque es la mejor manera de hacer algo juntos. El resultado podrá ser el mismo, pero la razón es muy diferente.

La política implica la capacidad de llegar a acuerdos y encontrar posiciones de consenso, y la realidad es que la imagen que se está imponiendo es la de una tarta electoral en la que a un lado solo hay azul y un poco de verde, y al otro lado todos los demás colores.

Esto puede significar dos cosas. Una, que el Partido Popular es el único que no ha perdido la razón. Otra, compatible con la anterior, es que el Partido Popular se está quedando solo con la razón

Si el Feijóo off the record es el que suena razonable, ¿por qué, entonces, esconde la patita? La pregunta no es por qué ha cometido la torpeza de enseñarla ahora, sino por qué no la enseñó antes. O plantea una estrategia dura y maximalista, y va a fondo con ella, o propone una estrategia de reconciliación contra gran parte de la línea dura de su partido. Pero hacer las dos cosas a la vez es traicionar a todos con un único gesto.

Lo que ha pasado muestra que quedan pendientes muchas conversaciones off the record en la cúpula de un partido que todavía escucha dos voces al mismo tiempo.