Hoy triunfa un periodismo que no sólo no fiscaliza al poder, sino que se dedica a fiscalizar al que sí lo hace.

Obtiene a cambio el aplauso entusiasta de ese mismo poder. "Estos, estos, son los verdaderos profesionales de la información que merecen la pena", vienen a decir algunos políticos en sus perfiles sociales. (Todavía hay quien piensa que cuando alguno le rebota la mercancía es que ha debido hacer algo mal).

No marearemos más con la cuestión de Izquierda Española. Hasta ahora había que esperar a que los partidos dieran alguna campanada electoral antes de dedicarles tantísima prosa opinativa.

Pero se han vertido reflexiones de mucho interés ante la exuberancia gestual del oficialismo. El resumen vendría a ser que no es posible ser de izquierdas perjudicando al PSOE. Y que, como dice Ignacio Peyró, este partido sustituye tras el franquismo a la Iglesia católica como institución que establece el canon ante los debates sociales. Pero esa es otra columna para otro día.

Ese espíritu impregna hoy determinadas revistas de prensa. Es un género indispensable de metaperiodismo. Implica salir de cuadro para ver la foto entera desde fuera.

Pedir que no se deje notar la impronta del medio en el que se publica es un exceso de candor innecesario. Presumir de abordar estos ejercicios con un parche en el ojo, como alguien hizo en el pasado reciente, es harina de otro costal.

No se trata de hacer un análisis global del estado de los medios, sino de masajear la sesera del lector. "¿Dónde vas a estar mejor que aquí?". "Quizá digamos de vez en cuando alguna tontería pero mayores memeces se escuchan fuera".

Hay ejemplos de mala praxis y abuso de la brocha gorda en todos los abrevaderos ideológicos. Centrarse sólo en el contrario denota algo que está lejos del espíritu crítico y muy cerca de la autorreafirmación. Súmese a lo anterior un chorrito de infantilismo. Sólo así podremos acuñar términos creados y difundidos por adultos que, suponemos, también van dirigidos a mayores de edad, pero que diríanse extraídos de algún programa de la factoría Jim Henson sobre análisis político olvidado en el cajón de los proyectos nunca realizados.

El otro día se invocaba la "Brunete mediática" como antecedente de estos hallazgos. No estoy seguro de que se sea consciente de que procede del PNV de Arzalluz y Anasagasti.

Mientras verificamos este recuerdo vía Google topamos con una tribuna de opinión titulada precisamente así, La Brunete mediática. La firma Javier Pradera en El País del 11 de abril de 2000. Léanla si pueden. Es un texto que hoy puede ser calificado como hermoso.

En él, el gran ideólogo del periódico socialdemócrata de referencia sale a defender a periodistas muy alejados de su cuerda (mediando en algunos casos un prolongado enfrentamiento personal) de los ataques que estaban recibiendo desde el nacionalismo vasco.

Veinticuatro años que parecen siglos. Quizá sea simplemente que es mucho tiempo. Y no debería sorprendernos que cierre Claves de razón práctica y se sustituya por un fanzine. Sería hora de asumir que el intelectual colectivo es hoy un cobista singular.

No pondremos en duda que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Pero qué bien se ve con los dos ojos.