El político es el único animal que se pasa pariendo quince días después de un largo embarazo psicológico que dura lo que dura una legislatura. Y todo para quedarse igual. Porque una campaña electoral consiste en que el candidato se pare a sí mismo, como si hasta entonces no existiese. Y en vez de con un pan, aparece con un programa electoral debajo del brazo, y lo primero que hace es llorar.

Pedro Sánchez, antes del debate en A3.

Pedro Sánchez, antes del debate en A3. EFE

Después los hay que se anudan rápido la corbata y se ponen a trabajar como ha hecho Feijóo, que en quince días tiene ya cara de presidente del Gobierno (que en su caso es cara de director de sucursal de Abanca). Y se parece a Rajoy, aunque de momento no haya aprendido a decir "papá".  

Pedro Sánchez sigue llorando por ahora porque los españoles ya le conocían y no quieren olvidarse de él para creer que no gobernaba durante estos años. Tampoco se creen, por lo visto, que sus socios no han sido Bildu, ERC y demás, que no ha incrementado la deuda pública, que el empleo bien (menos porque no sabemos cuántos parados fijos discontinuos hay), ni tampoco por qué dejaron el Sáhara a su suerte o cuando insinúa que el único Falcon que ha visto es Falcon Crest.

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Pedro convocó los comicios un 23 de julio pensando que todo el mundo estaría en la playa con una caña en la mano. Y que cuando quisiesen darse cuenta en el Partido Popular, él seguiría en la Moncloa y aquí ya sería septiembre.

Con lo que no contaba es con que las elecciones se le olvidasen a él. No se explica de otra manera el desastre de campaña, de debate, de entrevistas donde Ana Rosa, donde Alsina y las sucesivas, como si en vez de un presidente del Gobierno con tablas fuese candidato a delegado en un aula de infantil. 

Es la primera vez que no le vale con ser guapo y eso le tiene descolocado. No entiende por qué sus asesores se empeñan en sentarle con Feijóo en un plató de televisión y que hable, si él con los carteles y las banderolas electorales ya se veía fenomenal. Le han estropeado las vacaciones que había planeado para estos quince días de campaña pensando que todo iba a estar tranquilo como en realidad lo está.

Resulta que, por primera vez en mucho tiempo, esto parece un país serio, una democracia occidental. Incluso Abascal está moderado y Yolanda Díaz quiere dar perfil institucional. El único descentrado es Pedro Sánchez, y por eso sale cada tarde deslumbrado, agresivo y desbordado. Porque sabe que una mala tarde la tiene cualquiera, pero una mala legislatura (a estas alturas) es imposible de explicar.