Para igualar a Nadal en París, Carlos Alcaraz necesita vencer hoy a Novak Djokovic en su partido de semifinales, algo que no le va a resultar sencillo, y ganar la final del domingo, que lo será algo más, pero que no será un paseo por el parque. Y, después, ganar ¡trece veces más! el torneo, lo cual se puede considerar una tarea hercúlea al alcance de muy pocos humanos. Probablemente, de ninguno.

Carlos Alcaraz durante su duelo con Stefanos Tsitsipas.

Carlos Alcaraz durante su duelo con Stefanos Tsitsipas. EFE

Pero la trayectoria del murciano deja destellos de alguna posibilidad, y esos se los ha ganado con su tenis imaginativo y poderoso, a menudo deslumbrante. Hoy juega su primera semifinal en un Grand Slam mientras que el serbio disputa, resulta asombroso, su número 45. Aun así, el español parte como favorito incluso para la inteligencia artificial, que pronto lo sabrá todo.

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Alcaraz, posiblemente, ganará en París este año y lo hará algunos más, si las lesiones le respetan y la cabeza no le estalla. De hecho, con su talento descomunal y su rapidez meteórica, lo normal sería que se convirtiera en uno de los mejores jugadores de la historia del tenis. Estos son presagios nada sorprendentes a pesar de que se refieren a alguien que aún no ha ganado ninguno de los cuatro grandes torneos. Pero su nivel está tan por encima del de casi todos los demás que resulta imposible resistirse a la temeridad (que obviamente lo es), de escribir aquí que ganará muchos slams.

Otra cosa es si superará la marca gigantesca de Nadal, o la de Djokovic, quien ve la posibilidad, este mismo domingo, de superar a Rafa en la lucha de ambos por ser, quizá para siempre, el jugador que más Grand Slams ha ganado. Si Carlitos no estuviera con hambre de un grande en París, sería muy probable que lo lograra.

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Pero más allá de los registros, aparece lo otro: la leyenda, el carisma. Esto es, el mejor jugador de todos los tiempos no es, necesariamente, el ganador de más torneos, aunque sin duda los números son un argumento muy contundente en la clasificación histórica. Ha habido grandísimos jugadores que han tenido sin embargo poco peso como referentes, y otros con menos títulos cuya imagen nunca abandonó el circuito. Entre estos últimos, destacan jugadores como Guillermo Vilas, Björn Borg o John McEnroe.

Djokovic, aunque duplica en slams al sueco, y más que triplica al estadounidense, probablemente nunca será lo que han sido estos dos grandes tenistas. Consciente de la animadversión que despierta donde no le adulan, aunque esta esté mezclada con una justa e intensa admiración, el serbio ya ha renunciado a que le quieran como se adorará a Nadal o a Federer las décadas venideras.

Carlos Alcaraz, pletórico tras abrumar a sus rivales previos y destruir al griego Tsitsipás en cuartos de final, tiene ante sí un reto mayúsculo: derrotar al serbio de 36 años que ve en este Roland Garros una de sus últimas posibilidades de lograr su slam número 23. Pero el español vislumbra, de reojo, otro mucho mayor. Superar una trayectoria, la de Rafa, que con el tiempo no hará más que crecer.