El Tribunal Constitucional anunció el martes en su cuenta de Twitter que el primer pleno de la era Conde-Pumpido trataría el recurso de inconstitucionalidad contra la ley del aborto de Rodríguez Zapatero.

Marcha de personas que apoyan a las mujeres que desean abortar en La Haya (Holanda).

Marcha de personas que apoyan a las mujeres que desean abortar en La Haya (Holanda). EFE

Casi trece años después, con el TC ya en manos de la izquierda sanchista, se diluyen todas las excusas para plantear cómo encaja el derecho al aborto con el derecho a la vida recogido en la Constitución y avalado en una sentencia del mismo TC en que se declaraba al no nacido bien jurídico protegido.

La falta de consenso sobre un tema tan importante deja ya de ser una coartada para abordar de una vez la inconstitucionalidad de gran parte de los artículos de dicha ley. Pero recordemos que el consenso es una exquisitez que sólo gusta a la derecha y que a la izquierda se le atraganta.

En cualquier caso, por si nos quedaba alguna duda de lo que iba a ser el TC a partir de ahora, la entrada en campaña de Conde-Pumpido no da lugar a equívocos. Ni falta que le hace.

[Mañueco insiste en que el protocolo antiaborto no existe: "Ha sido una burda manipulación de Sánchez"]

Más allá del requerimiento (¿fake?) al Gobierno autonómico de Castilla y León, y la sobreactuación del Gobierno de Pedro Sánchez, resulta mucho más sutil, más efectivo, más dañino, apretar el botón rojo del Constitucional, que para eso lo tiene.

Dicho lo cual, no entiendo el escándalo ni comprendo en qué puede dañar a la libertad de la mujer acudir totalmente informada (si ella quiere) al que probablemente sea uno de los actos más importantes de su vida (y más que posiblemente, su mayor drama). El de acabar con una vida humana.

Por método farmacológico o con técnica instrumental (dilatación y aspiración). Así lo explica la página web de ACAI, la patronal de los abortorios. Aunque ellos, al feto no lo nombran. Prefieren el término "cavidad uterina". Por algo será.    

Sin embargo, a nadie le ha hecho daño nunca la verdad, ni para dejar de comprar huevos de gallinas enjauladas, fumar a pesar de las espeluznantes imágenes de las cajetillas de tabaco, o abortar.

Hace tiempo que lo digo. La izquierda nos quiere tontas. Nos presume tontas.

A raíz de la oposición de la izquierda y de la derecha bienqueda a que las mujeres embarazadas que piensan en abortar tengan la opción de oír el latido fetal, ver una ecografía en 4D de su hijo o recibir ayuda psicológica (no sea que alguna se eche atrás), no puedo sino recordar el memorable intercambio de argumentos entre la socialista Victoria Kent y Clara Campoamor, hace 90 años, acerca del sufragio femenino.

Para la primera no era el momento de dar el voto a las mujeres porque aún no habían comprendido las bondades de la república y era probable que se equivocasen a la hora de elegir partido. Sin pedagogía previa, serían presa fácil de sus maridos o de la Iglesia.

En nada se diferenciaban sus razones de las de aquéllos que nos consideraban incapaces.

La réplica de Clara Campoamor no puede dejar indiferente a ninguna mujer (ni a ningún hombre).

"Antes ciudadana que mujer".

Su explicación sobre la sobrada capacitación de las mujeres para votar pide mármol.     

Pero me quedo con la respuesta a la hipocresía interesada de Victoria Kent (antes que el derecho de la mujer a votar, la república y, sobre todo, la izquierda en el Gobierno).

[Feijóo presiona para romper el pacto con Vox pero Mañueco no se atreve a volver a las urnas]

"¡Las mujeres!", dice Clara Campoamor. "¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la república se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de república, para demostrar su capacidad?". 

Me dirán que nada tiene que ver lo uno con lo otro. Pero quienes alegan que a la mujer no debe dársele la oportunidad de disponer de toda la información antes de abortar, porque eso podría perturbarla, no hacen sino insistir en esa incapacidad con la que durante siglos se nos ha estigmatizado.

Lo llaman libertad, pero en realidad es tutela.

Y mientras tanto, más de 200 agresores sexuales han salido ya a la calle o han visto reducida su pena. Y quizás vuelvan a reincidir, porque de eso no estoy muy segura de que se salga.

Por de pronto, una víctima ha tenido que irse de su pueblo ante el temor de que uno de esos excarcelados cumpla sus amenazas y la mate. En Zamora. Comunidad de Castilla y León.  

Todo gracias a una ley que las guardianas de los derechos y las libertades de las mujeres (de Unidas Podemos y del PSOE), se niegan a corregir.

Pero el problema, el escándalo, es que alguna mujer, al oír (por propia voluntad) el latido de su bebé, decida darle la oportunidad de vivir.