En octubre de 2019, tras la sentencia condenatoria por sedición ensoñatoria (que no rebelión) contra los acusados por el golpe de Estado en Cataluña de 2017, volvieron a arder las calles de Barcelona.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante el acto conmemorativo por el 199 aniversario de la Policía Nacional.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante el acto conmemorativo por el 199 aniversario de la Policía Nacional. EFE

En las inmediaciones de la plaza Urquinaona los agentes desplegados para impedir que la turba se hiciese con la ciudad tuvieron que enfrentarse a la lluvia de piedras, palos y otros objetos contundentes que les lanzaban los violentos.

Fueron noches de fuego y furia.

El ministro Marlaska los dejó solos y prácticamente inermes ante una turba organizada venida incluso de fuera del país.

Tuvieron que  utilizar material caducado (salvas, botes de humo). Incluso una unidad que actuaba en la céntrica confluencia entre Vía Layetana y Roger de Lauria se quedó sin material. De no haber sido por la ayuda de sus compañeros de otra unidad, no hubiesen tenido nada con que defenderse.

El ministro tampoco dejó que se utilizase toda la capacidad operativa de los antidisturbios.

Más de 300 agentes (entre policías nacionales y mozos de escuadra) quedaron heridos de diversa consideración. El más grave, un policía gallego que recibió el impacto de un adoquín en la base del cráneo, quedó en coma.

A otro, también gallego, le destrozaron el húmero. El brazo, inservible. Se le jubiló con 45 años.   

El mes pasado se inició el trámite de admisión de enmiendas en el Congreso de los Diputados para la nueva ley de seguridad ciudadana.

Lo más llamativo es que a partir de su aprobación, las manifestaciones frente a las Cortes Generales dejarán de ser delito.

Tampoco será necesario comunicar la convocatoria de una manifestación cuando se trate de "un hecho imprevisto" como una victoria política o deportiva porque debe primar el ejercicio de las libertades de reunión y manifestación frente a otras consideraciones.

Y lo mejor: "En los planes de formación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se introducirán nuevos módulos formativos sobre mediación y empleo de métodos adecuados como vía alternativa de solución de conflictos". 

Ya se ha dicho que con la derogación del delito de sedición, lo que ha ocurrido en Brasil no pasaría en España de tipificarse como "desórdenes públicos agravados". Pero si cabía alguna duda al respecto, la ley que menciono deja claro que, una vez publicada la ley en el BOE, el "rodea el Congreso" inventado por Podemos o los asedios al Parlamento de Cataluña de 2011 y 2018 no serían punibles.

Y lo mismo, manifestarse (sin avisar) ante la victoria electoral del contrincante. Porque en ningún momento se dice que la manifestación no comunicada deba ser por la victoria propia.

Y ante todo eso, ante esas amenazas a la democracia (que, por cierto, nos podrían hacer pensar que la izquierda se prepara para una derrota electoral) se refuerza a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con el arma imbatible de la palabra y el buen rollo.

Lo peor es que parece partirse de la premisa de que a los antidisturbios les pone la violencia. Y que con su testosterónica mentalidad y su limitada inteligencia, no entienden que existan otros métodos que no sean el de golpear con la porra.

Pregúntenles a ellos. Qué bonito sería disolver una horda armada de palos, adoquines y cócteles molotov simplemente haciéndoles reflexionar sobre lo equivocado de su actitud.  

Qué maravilla que se retirasen, convencidos y avergonzados, a meditar sobre los argumentos del agente mediador.

Qué bonito (piensan quienes inspiran esta ley) dejar desarmada a la policía cuando vuelvan a tomar las calles.