El tiempo pasa hasta para las frases hechas. Téngalo en cuenta la próxima vez que evoque la España de hace 40 años.

El cliché ha venido sirviendo para describir un país tardofranquista con el tránsito a la democracia pendiente. Pero (¡sorpresa!) los 40 años de 2022 no son los de 2012.

El grupo Mecano.

El grupo Mecano. Gtres

De modo que la España de hace cuatro décadas es la de Naranjito, los 202 escaños de Felipe González, Bailando de Alaska y Los Pegamoides arrasando en las pistas y Laberinto de pasiones de Almodóvar concitando a los cinéfilos más curiosos en los Alphaville de Martín de los Heros. 

1982 también fue el año del debut discográfico de Mecano. Las autoridades culturales han estado lentas. Si no llega a ser por Juan Claudio de Ramón, aquí ni nos enteramos.

La infancia de los nacidos en los 80 se formó musicalmente con el grupo de Ana Torroja y los hermanos Nacho y José María Cano. Me gusta Mecano, qué le vamos a hacer. Me he preguntado muchas veces si eso sería así en el caso de empezar a escucharles ahora por primera vez. O, en otras palabras, si sus canciones emparentan de modo objetivo con mi gusto musical o, por el contrario, son una especie de magdalena de Proust con sintetizadores. 

No cargaremos las tintas con el seminal Mecano (1982), el del reloj en la portada. De ahí salen En tu fiesta me colé y Hoy no me puedo levantar, los éxitos enormes que garantizaron que el grupo tendría futuro y que aún hoy siguen siendo muy pedidas en los karaokes. La segunda canción dio título a un musical muy taquillero cuando la formación ya era carne de nostalgia. Es dudoso que la propuesta hubiera fracasado. De ahí que dé algo de pena que no se hubiera optado por Magdalenas del sexo convexo

Tengo muy poco escuchado ¿Dónde está el país de las hadas? (1983). De ese segundo disco, hoy bastante olvidado, sale Barco a Venus. Como con la posterior Aire me costó entender que eran canciones dedicadas a los estragos de las drogas. En este álbum encontramos también La fiesta nacional, un curioso alegato antitaurino en forma de pasodoble. Cabe preguntarse cómo se lo hubiera tomado hoy el público objetivo de una formación así. 

Las cosas empiezan a ponerse serias en Ya viene el sol (1984). José María Cano cuela más composiciones. La citada Aire, es, quizá, la primera gran canción de Mecano. Me rio de Janeiro ya tiene ese sello humorístico que caracterizaría las letras de José María. El último single que se extrae de aquí es Hawaii-Bombay. (“A la luz del flexo, nos damos un bexo”). 

Entre el cielo y el suelo (1986) es el antes y el después. José María ya es el compositor dominante. Me cuesta tanto olvidarte puede considerarse la mejor interpretación de Torroja. (“La cara vista es un anuncio de Signal”). Hijo de la luna es el éxito internacional cuyo hilo argumental llevaría a su autor hasta la ópera. Cruz de navajas es de esos temas que fuerzan a demorar bajarse del coche. (“Sobre Mario, de bruces, tres cruces”). No es serio este cementerio tiene ese equilibrio casi imposible entre lo mordaz y lo ingenuo que hoy caracteriza el sonido Mecano. Nacho, en su estilo, también estuvo inspirado. Si no te han cantado Ay qué pesado, qué pesado cuando te has empeñado en algo, es que no has sido niño en los 80. 

Descanso dominical (1988) es un disco de madurez. Las canciones de Nacho Cano tuvieron arreglos de Anne Dudley. Poca broma. La fuerza del destino, con Penélope Cruz adolescente en el videoclip, es quizá la mejor canción de este autor. Se le perdona hasta el “contestastes”. Pero José María vuelve a hacer valer su fuerza, no sabemos si del destino, como letrista. Mujer contra mujer lo tiene difícil con el paso del tiempo. Pero No hay marcha en Nueva York está fresca como el primer día. (“Señorita azafata, el menú me ha hecho daño, ¿sería usted tan grata de acercarme al baño?”). El blues del esclavo es una delicia que hoy dejaría ofendiditos tras de sí. 

Aidalai (1991) tiene, quizá, demasiadas concesiones a las neuras personales de sus integrantes. Ya empezaban a asomar en el disco anterior. Pero sólo por Bailando salsa ya merece la pena. (“Gorda algarroba, a ver si te saca anunciando alguna escoba”, dice el sufrido protagonista cuando conoce que la chica de sus sueños se ha ido con Pedro Almodóvar, dejándole ataviado como Lauren Postigo en la pista del Stella). El peón del rey de negras es otra joya no demasiado recordada. 

Hay material salvable hasta en Ana, Jose, Nacho (1998), el recopilatorio con algún tema nuevo que anunciaba un regreso en firme que jamás se produciría. Stereosexual tampoco podría grabarse hoy. Pero nada impide escucharla. Un tipo empieza a dudar de su sexualidad cuando despierta al lado de otro hombre. (“Cuando me había hecho a la idea, el maromo despertó, y resultó ser una tía con el pelo a lo Grace Jones”). 

Estos días se cumplirá también aniversario redondo del último concierto. Fue en Valladolid, el 29 de septiembre de 1992. Lo que da de sí una sola década en activo. (Que se lo digan a The Beatles). Las flores de mayo dieron paso a las patas de gallo. Hoy el pop español tiene una escena independiente envidiable y algunos grupos de nuevo cuño consiguen llenar recintos grandes. Pero cunde la sensación de que en la fiesta de la música pop en español se ha colado la que viene del otro lado del Atlántico. Y apenas deja sitio alternativo al perreo reguetonero. 

Autores muy contrastados ironizan con que llevamos imbuidos en la nostalgia de los ochenta desde el 1 de enero de 1990. Es posible. Mecano no fue la Movida aunque naciera en paralelo a ella. Fue el sonido de la España efervescente. De vez en cuando emerge el rumor de un regreso aunque sea sólo sobre el escenario. No estoy seguro de que ya sea una buena idea. 

Pero la nostalgia será inevitable. Olvidar 15.000 encantos es mucha sensatez.