Cataplún. Cristina Narbona se nos cae del sillón en el Senado. Imposible encontrar una imagen que retrate mejor la semana que viven España y el Gobierno: la presidenta del PSOE, por los suelos.

Sólo Pablo Casado puede estar hoy tan atormentado como Pedro Sánchez.

Asistimos desde hace unos días al naufragio del país mientras el capitán da orden a los músicos de tocar en cubierta, en la confianza de que el remolcador European Union hará su trabajo.  

Mientras llega el rescate, el paisaje es desolador. Los estantes de la leche arrasados en todos los supermercados son el memento mori de nuestro achacoso Estado del bienestar.

Es verdad que ahora hay papel higiénico, pero escasean el aceite, el arroz, el pescado, los tomates... Los precios escalan día a día. Llenar el depósito del coche son tres dígitos. En muchos hogares se ha vuelto a fregar a mano para no enchufar el lavavajillas.

Y el nivel de hartazgo crece.

El goteo del cierre de piscinas se extiende por todo el país. No hay dinero para mantener la climatización. Aumenta el número de universidades que tienen que apagar la calefacción. El kilovatio se ha desbocado como la prima de riesgo a Zapatero

Los mismos que aplaudían a los sanitarios hace dos años, vitorean hoy a los camioneros y a los agricultores que colapsan las ciudades.

Y entre un percance y otro, decisiones extrañas que provocan escenas de tebeo, como la del embajador de Argelia y la embajadora de Marruecos cruzándose en el aire: uno volando a su país por el bandazo de la política sobre el Sáhara y la otra regresando a su plaza en Madrid, por lo mismo, tras trescientos días en paradero desconocido. 

Al Gobierno le crecen los enanos. Cómo será la cosa que hasta el último senador de Bailén, 3, dócil socio del Gobierno, entra en trance y llama "traidor" y "rehén del régimen marroquí" al presidente, mientras media docena de compinches montan un happening con banderitas en los escaños. Quién iba a imaginar que el empeño por asaltar los cielos desembocaría en esto.

Si algún día Zelenski se conecta al Congreso de los Diputados y pide un minuto de silencio, como acaba de hacer en la Asamblea francesa, quién sabe: tal vez pueda escucharse el gluglú que hoy surge del Parlamento. Tezanos, calienta que sales.