La actualidad me confunde. Peor que no tener ningún tema para la columna es tener demasiados. Lo sé por experiencia. La mañana viene preñada de acontecimientos. Sin embargo, hoy es uno de esos días típicos en los que, me ponga como me ponga, puedo acabar hablando de mi gata, que ya va por su cuarta vida.

Decía que hoy puedo terminar hablando de mi Úrsula, pero tenía en mente hacerlo de Antonio Canales, un bailarín que pidió asilo en Supervivientes después de haberse visto obligado a empezar de cero tras una serie de muertes y resurrecciones. Canales lo contaba como quien cuenta un tropiezo fortuito en medio de cien años de soledad. Lo tuvo todo y del todo pasó a la nada. Entre la suerte y la ruina sólo hay un hilo de unión y se llama desgracia.

Todos los días, cuando salta el radiodespertador y se dispara el rosario de noticias de las 6:00, me da por calcular si pesan más las buenas o las malas. No sorprenderé a nadie si digo que desde el comienzo de la pandemia todo han sido calamidades.

Algunas noticias parecen buenas, pero no son de fiar. Como el acuerdo que milagrosamente ha brotado entre ERC y JxCAT. Para entendernos, es como si se hubieran puesto a gobernar juntos Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, ni más ni menos. Si salen vivos del contubernio independentista será por casualidad.

Carles Puigdemont, de momento, no sabe ni contesta, se limita a ejercer de jarrón chino en Waterloo, papel que le ha atribuido una tertuliana de la Ser dotada de sentido de humor. El tipo actúa subrepticiamente desde Bélgica. Su espacio sigue siendo el del procés, aunque esta vez se llamará embat democràtic. El mejor colocado (porque así lo ha dispuesto) es el señorito Puigde, pero por persona interpuesta. La del futuro conseller de Exteriores, que recaerá de entrada en un tal Rius, su antiguo jefe de gabinete. Qué casualidad, oiga.

Y mientras unos intentan formar gobierno en la cercana Cataluña, en la remota Ceuta varios batallones de inmigrantes piden la vez para echarse al agua y alcanzar las costas españolas.

Una penúltima desgracia sucedida. Muere el consejero comercial de España en Nueva Deli por coronavirus. Los diplomáticos españoles expatriados no reciben vacunas. De vergüenza.

Ya les advertí de que una columna da para el todo y la nada.