Comunismo o libertad, apuntaló Pablo Casado (una vez que Pablo Iglesias anunció su candidatura para la presidencia de la Comunidad de Madrid) para ver si puede recoger él las nueces en votos del árbol agitado por Vox. Una disyuntiva que se presenta dramática y grandilocuente, con aires de película, de Duelo de titanes y Lucha final.

¿Pero qué hay detrás de esos grandes nombres (socialismo, comunismo, libertad) a los que los candidatos apelan para enfatizar y agudizar su enfrentamiento? ¿Qué es lo que ofrecen, en realidad, unos y otros, con el nuevo amanecer tras el 4 de mayo?

En el musical Los Miserables, con Lobezno y Gladiator como protagonistas, suena el tema One Day More mientras se muestra cómo varía el significado de un día más (one day more), según lo ven los distintos protagonistas.

Según lo vea Jean Valjean, el hombre honesto, víctima inocente de las circunstancias, que continuará con su calvario un día más. O según lo vean su hija adoptiva, Colette, y su enamorado, que ven en el día siguiente una esperanza de vida dichosa juntos. O según lo vea la joven rechazada, que se encuentra con el desamor, o los pícaros, para los que el día siguiente es un día de confusión y desorden, y que esperan que el azar les favorezca.

Por su parte, los jóvenes revolucionarios, con más protagonismo en la escena, ven en el mañana un nuevo comienzo en el que "todo hombre será rey". O según Javert, el reaccionario, que verá en el día siguiente a la revolución truncada a toda costa ("la arrancaremos de raíz, y los estudiantes se empaparán en sangre").

Las voces se van sucediendo, y casi mezclando alternativamente, en función de los paralelismos y convergencias de las distintas historias. Hasta que los distintos sentidos de lo que para cada uno significa mañana se terminan encontrando sinfónicamente en ese "un día más" final.

Pues bien, como en Los Miserables, cuando amanezca el 5 de mayo, ¿cómo será? ¿Será el día del comienzo de la revolución podemita, o, más bien la continuación de la libertad ayusista? ¿Será un día más en el avance del fascismo en Madrid, destruyendo las políticas sociales? ¿O quizá será un mañana libre de comunismo, y Madrid seguirá prosperando como locomotora de España?

Lo primero que hay que decir, para ir rebajando intensidad dramática (en contraste con la estupenda escena de la película), es que el ámbito, el dominio, el universo del que se está hablando con esta disyuntiva es una región española, llamada pomposamente Comunidad Autónoma de Madrid. Y, por tanto, esa alternativa, de ser real, no se resolvería ahí.

No tiene sentido hablar en estos términos, casi apocalípticos, si lo que está en juego es un gobierno autonómico, aunque sea tan importante como el de Madrid. Sólo cuando se eleva la disyuntiva a una escala nacional se comprende algo mejor ese dramatismo.

¿Y qué es lo que ofrece Podemos, e Iglesias, a nivel nacional? ¿Y qué Ayuso y el PP?

Pues bien, yo creo que esas fórmulas son pura propaganda, a modo de lemas apotropaicos, y que ni el programa de Podemos ni el del PP significan lo que dice su rival.

Podemos no significa comunismo, en el sentido leninista (y no lo digo para tranquilizar porque pensara yo que el comunismo es el coco, sino sencillamente porque no hay nada de ello en su programa). Ni lo hay ni puede haberlo (ni siquiera como una nueva versión adaptada a la circunstancia).

Podemos es un activismo de la nada (puro oportunismo demagógico 15-M) que ignora, por incapacidad, qué hacer con el Estado (es una nulidad tecnocrática) y que termina, por esta vía, sin más, con su instalación parasitaria en él.

El podemismo es, así, un arribismo (Galapagar). Pero, además, como desde Podemos se cree que la innombrable España es un Estado despótico que se ha constituido por imposición, entonces se postula la existencia de un derecho en sus partes a la disgregación (aunque ellos defiendan la necesidad de seducir a esas partes para que ello no ocurra).

Por esta otra vía, el podemismo es la complicidad con el separatismo. Arribismo y separatismo. Esto es Podemos (su comunismo es un revestimiento propagandístico, que vale para unos y para los otros, pero sin fundamento programático).

El PP tampoco significa fascismo, claro, en el sentido mussoliniano (ni tampoco su versión renovada). El PP es un partido que tiene una consideración hacia el Estado de desconfianza. Lo ve como necesario, pero sólo es útil si se administra adecuadamente.

Familia y empresa son los dos núcleos de la prosperidad social, y el Estado lo que tiene que hacer es desaparecer (como desaparece un buen árbitro en un partido de fútbol) puesto al servicio de ambas (repartiendo concesiones y prebendas a los grupos de interés de terminados. Lo que produce, a veces, fugas o distraimientos).

La esencia de la política para el PP es la tecnocracia (“hablamos de lo importante, hablamos de economía” decía Mariano Rajoy al resumir su reunión con Artur Mas, cuando este había anunciado su plan separatista). Así, lo que ofrece Ayuso con libertad es una buena gestión autonómica, sin percibir, por su ceguera tecnocrática, que el autonomismo del que presume (como Alberto Núñez Feijóo) es un mecanismo de descomposición del Estado y que está actuando como tal desde hace ya muchos años. Clientelismo y autonomismo, esto es el PP.

En definitiva, el 5 de mayo, one day more de arribismo y separatismo o de clientelismo y autonomismo. No more.