Ciudadanos se lo puso fácil al Gobierno: solo pidió para la escuela catalana un 25% de horas lectivas en castellano. Inés Arrimadas lleva meses tendiendo la mano a Sánchez para aprobar unos Presupuestos generales que no dependan del independentismo y de Bildu.

Hay quien no le perdona el gesto a los de centro. Sin embargo, algunos agradecemos la oferta para que la gobernabilidad del país no dependa de aquellos cuyos intereses declarados son el desmantelamiento del país. Acaso sea eso el patriotismo.

Digo que hay quien no le perdona el gesto a Arrimadas, sobre todo en el Gobierno. El presidente tiene ya atada una mayoría rocosa, la de la investidura, que antes fue la de la moción de censura. Una mayoría que nos ha vendido como obligatoria y obligada.

Sánchez ha superado la contingencia y se ha instalado más allá de los dilemas para presentarse como el presidente de la fatalidad: no toma decisiones, sigue su destino. Es el líder de lo inevitable. Inevitables eran sus acuerdos para descabalgar a Rajoy, inevitables los apoyos para formar Gobierno, inevitables los socios de sus Presupuestos.

Hasta que Arrimadas le ofreció una suma alternativa. La existencia de opciones introduce la noción de libertad y, con ella, de responsabilidad. Sánchez puede elegir y debe hacerse cargo de esa decisión. Que el presidente prefiera a Barrabás no es ninguna sorpresa, claro, pero hacía falta que alguien se atreviera a pintar ese retrato.

No es, como dicen algunos, “el peor presidente de la democracia”, porque “mejor” y “peor” son categorías de una escala moral que a él no le concierne. Y, si es el presidente más peligroso que ha habido, no lo es por sus ideas, sino por carecer de una sola de ellas.

El silencio general en las filas socialistas es lacerante, pero más lacerante es ver cómo se vapulea a los tímidos disidentes, por no quemar el carnet del PSOE frente al Palacio de la Moncloa, por pensar que su partido fue y aún puede ser otra cosa que sanchismo funesto. No es fácil el papel de los discrepantes, renegados para Ferraz; tibios, hipócritas, cobardes para todos los demás. Y no hay nada mejor para cohesionar el equilibrio de bloques que perseguir con un palo a quien trata de abandonar sus castradoras lindes: la polarización es esto.

Gravitar hacia el centro es hoy una vocación de riesgo, un paseo bajo la tormenta sin paraguas y a rostro descubierto. Pero se equivocan los que sacuden más a Vara que a Sánchez y se equivocan los que sacuden más a Arrimadas que a Sánchez, porque a un líder encumbrado por la polarización solo se le derrota horadando las bases del poder que lo aupó, y eso pasa por separar a los moderados de los radicales y a los sensatos de los irresponsables.

Volviendo al gesto de Arrimadas: Ciudadanos ha entregado a los españoles el retrato de Sánchez. Lo ha hecho con humillado aspaviento, cabreando a casi todos, poniendo en fuga a sus desguarnecidas huestes. Arrimadas ha ido al encuentro del PSOE como va el samurai derrotado a encontrarse con el filo de la espada.

Pero, no se llamen a engaño, el partido se había perdido mucho antes, en una apuesta a doble o nada, sobre un tapete verde. Si es más honroso el seppuku que salir desplumado de una timba, lo dejo al criterio de ustedes. Mientras tanto, ya queda para la posteridad, óleo sobre lienzo, el presidente.