“Muerte por espaguetización”, así se titula el vídeo que recrea el paso fatal de una estrella por un agujero negro. Confieso que lo pinché no por razones astronómicas sino puramente lingüísticas: no me fascinan los espectáculos del cielo, tediosos por acumulación; me fascina la irrupción de esa palabra única, que estoy dispuesto a usar para todo a partir de ahora.

Pero con la palabra en la cabeza, qué formidable el vídeo también. La estrella se va aproximando al agujero negro, hasta que este la pasa por la trituradora, la hace puré o fosfatina: ¡la espaguetiza! La estrella sale hecha tirillas suponemos que comestibles. Donde hubo una estrella quedan espaguetis.

La metáfora me fue servida en directo, pues la palabra apareció cuando hablaba Sánchez. Yo trataba de distraer mi malestar trasteando por Twitter. Entonces leí “espaguetización” y supe que era eso lo que nos pasaba. Lo que nos está pasando, porque aún no nos hemos terminado de espaguetizar.

El agujero negro (¿hace falta decirlo?) es Sánchez. El hombre que dijo “hemos derrotado al virus” y que ahora, menos de cuatro meses después, decreta otro estado de alarma y vuelve a hablar de “moral de victoria” para derrotar al supuestamente derrotado.

Moral de victoria pide el desmoralizador, el espaguetizador. El hombre que se ha movido únicamente por su interés personal, que no ha sabido liderar un país, que ha eludido su responsabilidad cada vez que ha podido, que solo ha hecho movimientos enérgicos para demonizar a los que se le oponían y mantenerse en el poder; un poder con el que luego no sabe qué hacer, salvo maniobrar para mantenerlo.

No salimos más fuertes, como repetía la propaganda oficial tras el primer confinamiento: salimos espaguetizados.

En el artículo de El Mundo se describe lo que nos está pasando a los españoles con gran poesía (obsérvese que hay que irse ya a las páginas de ciencia para ver lo que nos pasa): “Imaginemos por ejemplo a un desafortunado astronauta que se acerca a un agujero negro aproximando los pies más que la cabeza. La fuerza gravitatoria es mucho más intensa en sus pies que en la parte superior del cuerpo. Se producen unas descomunales fuerzas de marea que deformarán el cuerpo en sentido vertical, estirándolo y alargándolo como si fuese un espagueti”.

Obviamente, ningún astronauta –a diferencia de los españoles– lo ha experimentado, pero “hay estrellas que pueden circular por el entorno de uno de estos monstruos supermasivos y ser sometidas al violento efecto de la espaguetización”. Por desgracia, este no sería el fin de las desgracias, porque “una parte del material de la estrella desgarrada no es devorada inmediatamente, sino que queda atrapada en un disco rotante alrededor del agujero negro”.

Será algo así como el peronismo. Aunque le podemos ir llamando ya sanchismo.