Quedaba medio minuto; treinta segundos de partido. Miroslav Djukic emprendió la carrera de ocho pasos que le trasladaría hasta el balón y lo impulsó hacia la portería. El golpeo no fue limpio. El esférico no viajaba rápido, ni tampoco iba dirigido a una esquina; el lanzamiento del serbio era, claramente, pobre.

González, el portero del Valencia, solo tuvo que arrojarse al suelo y bloquear el balón. Cuando lo tuvo entre sus manos, el cancerbero vasco se levantó a toda prisa y subió el puño derecho como si aquella parada hubiera sido lo más relevante que hubiera hecho en su vida.

Igual lo fue. Aquella tarde del 14 de mayo de 1994 el equipo de la ciudad del Turia, o quizá fueron los dioses, entregaron otro título de campeón de Liga al F.C. Barcelona de Núñez, e impidieron que el Deportivo de la Coruña obtuviera su primer campeonato.

El club que presidía Lendoiro estuvo a un solo gol de conseguirlo. Djukic pasó a ser, para siempre, quien falló aquel penalti; González, quien lo detuvo. Ambos hicieron historia, y los dos se quedaron en ella. Podrían haber escrito una muy diferente; pero no fue así.

Siempre es interesante lo que pudo ocurrir y no pasó. Incluso lo que debía haber sucedido y acabó perdiéndose en el océano de las circunstancias que nunca se consumaron. De estas hay muchas. En esta ocasión, el central serbio falló un lanzamiento desde los once metros que pocos se hubieran atrevido a tirar y el Dépor tuvo que esperar ocho años para levantar esa misma Copa.

Ahora el equipo gallego observa, atónito, cómo el fútbol profesional se está escapando de Riazor sin siquiera haber disputado la última jornada, este último lunes. En el 94 aquel penalti errado dejó al equipo de Bebeto, Fran o Mauro Silva sin gloria; en el 20, el Covid que contagió a varios jugadores del Fuenlabrada -además, por supuesto, de una temporada nefasta-, amenaza con arrojar al equipo a la Segunda División B.

Aunque, en un giro extraño de los acontecimientos, eso tal vez no ocurra. El presidente de la Liga ha afirmado que no se va a repetir la jornada entera, como exige el Deportivo, y eso invita a pensar que puede suscitarse una modificación similar a la que agitó a la Primera División en la temporada 95/96, cuando la LFP excluyó al Celta y al Sevilla y los descendió a 2ª B por incumplir las normas referidas a la presentación de avales económicos.

Razones no les faltan a los gallegos para solicitar esa repetición. Lógicamente, en la última jornada de Liga se disputan todos los partidos a la misma hora porque es imprescindible que así sea para evitar que alguien tenga ventaja. Ante la imposibilidad de repetir la jornada, como ha establecido Javier Tebas, la única solución posible parece la de ampliar el número de equipos en esta categoría.

Antes del encuentro que debía haber disputado el lunes, el equipo de Fernando Vázquez tenía pocas opciones de mantenerse en Segunda, ya que no dependía de sí mismo. Resulta sorprendente que una situación tan rocambolesca como la que ha sucedido, con el equipo de Madrid viajando a A Coruña a pesar de verse afectado por el coronavirus, pueda permitir a los gallegos continuar en el fútbol profesional.

El Súper Dépor del 94 dilapidó aquella histórica Liga que casi llegó a sentir como propia solo unos segundos antes de que concluyera, y de penalti. Esta vez, por suerte para el equipo gallego, quizá ni siquiera tenga que lanzar uno para salvar la categoría. A veces los dioses -o los despachos, en esta ocasión-, te devuelven aquello que nunca debiste perder.