Tras el punto de giro de los últimos días en la trama del misterioso caso de las cloacas del Estado, que estamos viendo transformarse ante nuestros ojos en el asombroso caso de las cloacas de Podemos, no queda otra que sentarse a ver cómo se revuelven, contrariados y furiosos, los tardopubescentes violáceos.

Toca observar pacientemente cómo execran contra todo y contra todos, cómo alertan sobre la gran conjura, nivel interestelar, articulada en su contra. Es el momento del “me tienen manía” grado superlativo, talla oversize.

Si se filtran conversaciones de los abogados de la formación morada de las que se desprende que representantes de la Fiscalía Anticorrupción colaboraron con los propios abogados para “colarle al juez las diligencias con mantequilla” y así lograr una pieza separada en la que se investigaran las supuestas conexiones entre “las cloacas del Estado” y ciertos medios, para perjudicar, por supuesto, a Podemos… la ultraderecha confabula.

Si aparecen conversaciones que desvelan que se quiere “montar una película” sobre el robo del móvil de Dina Bousselham. Si uno de los abogados alerta de que es complicado que esa fabulación conspiranoica pueda colar y pasar por veraz -mala idea-, ya que la propia Bousselham había filtrado pantallazos de los chats. Si al poco tiempo, ese mismo abogado que advertía del escaso recorrido que desde el punto de vista jurídico podía tener un relato “interesado y tendencioso”, es acusado por la abogada de Iglesias de acoso sexual y despedido de Podemos… la Justicia conspira.

Si el propio Iglesias reconoce que la tarjeta de su asesora, cuyo robo había sido denunciado, estaba en su poder, y que ese dato se le ocultó durante meses para quitarle presión, por su condición de joven y de mujer -ojo a esta actitud tan feminista-, independientemente de que esa tarjeta y su contenido le perteneciese a ella y no a él. Si niega, sin rubor y pese a que así lo manifestase en sede judicial y en varias ocasiones la propia Dina Bousselham, que le devolviese la tarjeta deteriorada e inservible, a cuyo contenido la asesora no pudo acceder nunca, cosa que sí pudo hacer Iglesias y por ello, por lo que vio, decidió no devolvérsela a su legítima propietaria… los periodistas manipulan.

Voy con todo a que el gran ideólogo en la sombra de Podemos es Homer Simpson. Uno puede imaginarle mecanografiando, con los dedos índice de cada mano y la lengua fuera, el gran apotegma de la formación morada: "Quiero decirte las tres frases que te acompañarán en la vida: uno, ‘cúbreme’; dos, ‘jefe, qué gran idea’ y tres, ‘así estaba cuando llegué’".

La madre de alguno de los dirigentes debería bordarlo a punto de cruz y que presida los hogares de todos los militantes. Para que ninguno lo olvide. Que luego vienen los disgustos.