Siempre fui de Javert, de los perdedores honestos. Antes de que llegue el fin del mundo, le tengo pedido que me cante a las estrellas una noche, en un puente sobre el Sena. Lo conocí cuando fui al montaje del 25 aniversario de Los Miserables. Y en aquel patio de butacas, me acordé de que soy periodista y que podía inventar una excusa para averiguar el teléfono de ese tal Ignasi Vidal.

Su figura grave y su voz oscura me habían dejado sin aire como el día que conocí París, persiguiendo a una novia que nunca tuve. Eran los primeros 90, cuando los chinos no tenían mascarillas, sino tanques en Tiananmen. Freddie Mercury se me acababa de morir y ella sólo me había regalado una cinta con la versión en francés del musical tras irse a vivir a la sombra de la Torre Eiffel.

Cuando conseguí el número de Ignasi, me gané un amigo. Ahora ceno en su casa cada tanto y siempre me saca buen vino. Charlamos de Vox, de libros, de cuando estuvo en UPyD, nos damos lecciones de rock, hablamos del coronavirus... pero, como nadie es perfecto, cada vez que pasamos de la segunda botella me dice que él ya nunca será Javert y que no sé nada de música, que Queen está sobrevalorado.

Va para siete años ya que me pidió que hiciera bulto en una caseta del Retiro. Estaba nervioso porque firmaba ejemplares de una obrita que acababa de escribir, la primera. Coño, ¿ahora también dramaturgo?

-Ya ves, como esto funcione, dejo ya por fin los musicales.

-¡No!

-Sí, y me vengo a Madrid... he conocido a una chica.

-¿A otra?

-Ésta no es otra.

Aquella pequeña función, con 300 pavos de presupuesto, se acabó estrenando en la Pensión de las Pulgas, un off de Madrid con 20 sillas alrededor de un sofá al que se sentaban a tragar cervezas y pipas tres desgraciados con un plan. Y en aquel teatrillo me volví a quedar pegado al taburete.

Yo sé mucho de amigos y poco de teatro, pero fue verdad que aquello era bueno porque acabó girando más de dos años por España. Desde entonces, Ignasi ha seguido cantando mejor que Freddie -en las sobremesas-, ha vendido sus obras a medio mundo y todavía besa a Roberta como el primer día. Dejó a Javert y ganó.

Ahora, El plan se ha llevado al cine, y uno de los actores de aquel primer montaje, Chema Del Barco, sigue estando gigante. Esta vez, además de las birras, se zampa a Antonio de la Torre y a Raúl Arévalo.

-Amic, Chema está de Goya, ¿no?

Fui a ver la peli este martes, a la salida del curro, a una sesión tan individual como la de mi último paseo en Montmartre.

-Vamos a tener que acelerar el apocalipsis chino -contestó. ¡Que cierren los cines, que adelanten los premios!

Y de inmediato, me mandó un audio de guasap: "Como siempre, Freddie se destroza la garganta, pero esta vez le perdono". Y mi amigo cantó a dúo con mi héroe la de Gimme the Prize.