“Cuanto peor, mejor” era la consigna de la ETA-Batasuna. En el norte teníamos claro que había que hacer siempre lo contrario de lo que beneficiaba a la propaganda de la ETA y los nacionalistas. Sorprendentemente parece que “cuanto peor, mejor” se ha instalado en la vida política española.

No hace falta ser un político experimentado para percibir que en España hay un estado de opinión más favorable a una solución de centro izquierda moderado o una gran coalición, PSOE-PP, antes que a un gobierno socialista con la extrema izquierda, dependiente de los separatistas. Esta última solución supone una polarización contraria al espíritu de la Transición, opuesta a cuarenta años de gobiernos de centro y una dependencia del gobierno de la Nación a los nacionalistas periféricos superior a cuantas hemos padecido desde 1978.

Existe la posibilidad de una gran coalición (siempre que lo tenga claro el PP) o bien de un gobierno PSOE-Cs, con la abstención del PP. Un gobierno de 130 diputados (PSOE más Cs.) es posible pues tenemos la experiencia de otro del PP con 137. Pero si finalmente se confirma el gobierno previsto de Sánchez con los comunistas de Podemos y Esquerra de Cataluña estaremos en el camino de cuanto peor mejor, que parece satisface a todos los partidos políticos, pues todos salen ganando, con la salvedad de Ciudadanos y la mayoría de la opinión pública.

De nuevo estamos en los cálculos de posibilidades en las que las elites políticas partidarias van a lo suyo, a su propio beneficio, (“lo nuestro, uno de los nuestros” que decía Cospedal) en contra de la conveniencia de la Nación. Me explico.

Para los partidos separatistas cuanto peor y más débil sea el gobierno de Madrid más se descompone el régimen y es el camino en el que creen pueden prosperar sus propuestas disolventes de la nación española.

Para Podemos este bodrio de gobierno es la salvación de su proyecto político ya que confirma que han podido… participar, usufructuar, la administración del presupuesto nacional. Si el buque se hunde, tanto mejor. La experiencia histórica enseña que la situación de crisis y polarización es el ámbito en el que se desatan las pasiones (sobre todo la envidia) y crece el socialismo radical y el comunismo.

Para el PP, un gobierno del desastre es bueno por cuanto creen que, sin hacer ni exponer nada, caerá la fruta madura y dará, por sí solo, en las próximas elecciones una nueva mayoría liderada por Casado.

Para Vox es conveniente un gobierno de Sánchez polarizado y calamitoso porque puestos a la claridad de un mensaje y defensa de la Nación, Vox emerge como la oposición más clara y combativa. Ya se sabe que en situaciones de crisis nacional la derecha sin ambigüedades tiene todas las de ganar. Siempre ha sido así.

Para el PSOE un gobierno de estas características es altamente incómodo, pero lo prefieren a nuevas elecciones: tienen a su favor que han vendido en todo el mundo y, sobre todo, en la Unión Europea que no hay otra solución y que si tienen que pactar con los comunistas de Podemos (con su efecto en la OTAN y en las instituciones de la UE) es por la negativa del PP a la gran coalición. Para Sánchez el asunto es conseguir la investidura al precio que sea.

Por distintos motivos, pero coincidentes, todos ellos son partidarios de cuanto peor, mejor. La política son vasos comunicantes: si una mala solución sirve para que todos ganen, ¿Quiénes perdemos?: los ciudadanos españoles, la estabilidad institucional incluida la Corona y sólo un partido, Cs, dispuesto al riesgo político de gobernar con Sánchez.

No está en la mano del PP ni de Vox imponer una solución de estabilidad política nacional. Sí está posibilitar, ofrecer la continuidad de un sistema de centro de modo que, si Sánchez no lo acepta, recaiga la responsabilidad en exclusiva sobre el PSOE. El ensayo de un camino de perdición del primer gobierno extremista en nuestra reciente historia constitucional no merece una responsabilidad compartida y, además, en contra de la opinión mayoritaria. Si vamos a peor, que sea por la decisión de unos, no de todos por acción u omisión.