Después de las dos hermanas Serra reconciliadas por la irreconciliable querencia del sillón, después de la guerra en algo que nunca fue de izquierdas, se le ha quedado al país cierta cara de pollo sin sangre: de calamidad que no cesa.

Horas después de la traición previsible de Iceta al constitucionalismo, el presidente Sánchez salió al telediario de Vallés a decir que sí, que sólo él es la estabilidad. Aquello fueron las canas periodísticas contra las canas de Sánchez, que puede que fueran atrezzo. Y el país, obnubilado ante el telediario de marras, dejó que quedara para el olvido la abstención de Iceta. Que la Historia lo juzgue...

Yo sé que no es indisoluble un asunto del otro, y que nos encaminamos hacia algo desconocido, pero ya vivido: el encamamiento del PSC con ERC del modo y forma que mejor les venga a ambas partes contratantes, y así hasta que una nueva camada de CDR cumpla la mayoría de edad o -al menos- críen vellos en zonas inguinales y sobaqueras.

La traición de Iceta, el insoportable tercerismo de lo suyo, duele más cuando se le recuerda con sus arrebatos y sonrisas sardónicas, como un Joker de la cosa que pide palabritas a los que apoyan a los terroristas y deja tocada a la Constitución -o a quienes la defienden sin complejos-. Que Iceta fuera a darle la puntilla al constitucionalismo era algo previsible, pero entendíamos que no iba a ser tan pronto ni en algo tan gordo. Las sumas no daban, pero ante los bárbaros también hay que sacar la rabia del gesto democrático: y la moción a Torra era el momento idóneo.

Yo sé que Cataluña no es un problema de enfrentamiento, sino un problema de Icetas: de estos tipos que engranan/engrasan las cañerías, que tienen buen trato con tirios y troyanos y que no hacen más que sostener esa infamia del hecho diferencial: y lo hacen, además, desde esa cierta superioridad moral de la izquierda gafapastera que hay en Cataluña.

Lo de Iceta, la abstención cuando se trataba de reprobar a un CDR con mando en plaza -Torra- irá diluyéndose en el olvido. Aunque fuera en algo tan grave como las leyes de desconexión y la urnita en el Parlament.

Por un Iceta que salgan cien, mil, Coscubielas. Nos irá mejor sin duda, aunque estemos ya en el puritísimo fango y sin capacidad de respuesta.