Hombre, Pablo, no. No digas que te sorprende que Abascal o Rivera no remaran en tu misma dirección. A la política, como a la vida o como al mus, hay que venir llorado de casa y dejarse de metáforas náuticas. 

Yo te vi, Pablo Casado, en Jai Alai, niño mono de Palencia, con una mirada de futuro bajo la calor de Madrid en aquel julio que fue el más nuestro.

Me comentaste que habíais comido bien después de una larga campaña contra los calostros de Rajoy, la de las primarias, donde os alimentábais a base de "sandwiches del Rodilla" en las tierras de España. 

Pero Pablo, no. Ni Rivera ni Abascal iban a ser tus muletas, que la vuelta a los principios fundacionales del PP no puede borrar como del rayo la pesada carga del marianismo. Sé que no tienes culpa, que en eso de homologarte con Suárez -después hablaremos de Suárez J. R.- y enfrentarte al sorayismo tuviste un valor que nunca se te agradecerá demasiado. 

Pero Pablo, estarás de acuerdo conmigo en que en esa incorporación alborotada de gentes tropezaste lo indecible. Ya se vio con Juan José Cortes en la Convención de IFEMA, cuando aquel señor de Huelva nos iba mostrando unas caras y una palabrería de tratante de mulas o pastor evangélico que nos vende crecepelo y agua bendita mientras tú hablabas de "rearme ideológico".

Y luego lo del torero, lo del hijo de Suárez lengüetón, lo de Montesinos y esos fichajes a lo Jesús Gil. Sólo te faltaba fichar a ese obispo saliendo del Pasapoga al que no consiguió filmar Berlanga.

El asunto es que te han fallado los tiempos y las gentes, y en España el voto es el cabreo o no es voto. Ni tú tienes que responder ante las cremas de Cifuentes ni ante los papeles de Bárcenas, pero la casa que se cae a pedazos, Génova 13, guarda todos esos secretos que no son tan secretos desde que con Polla de Hierro y mi Lola supimos del garaje y las puertas secretas.

Heredar un partido en descomposición tiene esas cosas, Pablo: un Feijóo que no se sabe si va o si viene y unas juventudes talluditas, tan anchas de gintonic como cortitas de ideología. 

No es cuestión de que te culpes, Pablo. Tienes el liderazgo intachable que te dieron unas primarias, contra todo y contra todos. Porque algo tiene el santo cuando tanto lo bendicen y todo santo, Pablo, tiene novenas.

Lo fundamental es que no te hagas mala sangre ni intentes traer el centro así, "a tenazón", que es expresión muy de Ávila y muy de Suárez padre. La verdad es que deberías andar pactando una gran coalición con Sánchez y dejarle tres o cuatro medidas sociales como precio para que no se rompa lo fundamental: España. Piensa que el centro es una quimera necesaria que nos trajo la generación de la Constitución, ésos del consenso que cedieron y por los que hoy Lastra o Rufián dicen sus cosas en libertad.

En todo caso, Pablo, cuídate de los idus de mayo y de los barones: la sangre y la mala baba en provincias se estancan, y hay veteranos que viven de la taifa, de tu partido, y que quieren verte caer cuando mayo más caliente.