Sociológicamente, claro, hay una España gagá, canguelona, poco leída, que se cree que la foto de Colón es la leyenda negra en una mañana de febrero. Y más allá del realismo mágico de CIS de Tezanos, con barómetros autocomplacientes que pagamos todos, está Sánchez

Porque Sánchez y su famosa resistencia no son más que "la nada" elevada a categoría política. Si por verano hay un barco a la deriva en el Mediterráneo, pues se le recibe en Valencia en un carnaval inclusivo a una Humanidad -la del barco- que sólo quería un puerto seguro y una vida y quizá un desfogue con fembra placentera, que diría el Arcipreste de Hita. Y si hay un follón en Cataluña, se va Sánchez con los golpistas de las instituciones a bilateralizar la cosa y a ganarle un día más al calendario. Resistencia.

Hay una España, pues, que se cree a Sánchez y que le descuelga el teléfono a Tezanos. Que se identifica con este Sánchez que ha descubierto que el feminismo como pose es más resultón que el feminismo perdonavidas de Carmen Calvo. Porque a Sánchez se las ponen como se las ponían a Fernando VII, y el 8-M se van a consagrar la primavera, las y los lilas morados: y se va a consagrar Sánchez frente al "blanco y negro". 

Al niño del Maeztu, a sus carreritas matutinas y a sus decretos de viernes y a su Turka les llega la manifa feminista del 8-M así, como del rayo. El feminismo del PSOE es el nuevo "defender la alegría", la contrapatada en la puerta de Corcuera, un leitmotiv que no compromete y que es una reivindicación que la izquierda ha hecho suya una vez que ha perdido referentes y causas. Sólo hay que ver el video en el que desde Sánchez hacia abajo, los ministros se ponen paritarios echando mano de tópico manido y de la "@" mental. 

Al matrimonio Sánchez y Begoña, con los zumos del desayuno que preparan sus niñas en tierna estampa doméstica, ha de preocuparles mucho eso de la igualdad salarial: dan ejemplo de inclusión, y así, mientras Pedro viaja, Begoña tiene las mañanas ocupadas cooperando con África y bicheando vestiditos en el Internet.

Gobernar es darle al decretazo apariencia de normalidad. Hacer de los 'viernes sociales' un "día de la rosa" que pagan las hambres de España. Ponerle al pudridero de Azaña o de Machado unas flores y ahora sacar la bandera de la República que Anguita lleva ondeando, y en serio, entre infarto y mayéutica. 

Sánchez, macho alfa, resiste por decreto. Y da un pasito más a eternizarse en tiempo de mujeres. Su tuneo, nuestra resistencia.