Comprendo el sentimiento de soledad de Pablo Iglesias. Su retiro para disfrutar del permiso de paternidad le aparta de los focos justo cuando Santi Abascal recorre España de sur a norte en estridente paseo triunfal. Apenas si ha tenido tiempo de gritar "¡alerta antifascista!".

La coincidencia de la salida de uno y la llegada del otro nos regala una extraordinaria metáfora. Para no pocos, Abascal encarna el mismo ímpetu y virilidad con los que Pablo Iglesias, hoy macho alfa en declive, irrumpió en política. 

Ya es casualidad, también, que el mismo día que Irene Montero reaparece, oficializando así la voluntaria condena al onanismo político de su pareja, se viralice un vídeo en el que éste afirma sin rubor que los hombres feministas "follan mejor".

Teniendo en cuenta que a Abascal le han puesto a caer de un burro por montar a caballo a lo Putin -esto es, exhibiendo musculatura con posturitas cargadas de testosterona-, da miedo pensar en la respuesta de Ferreras si el líder de Vox hubiera expresado abiertamente su convicción de que los tíos de derechas cabalgan mejor.  

Ahora bien, se mire como se mire, no hay color en el ranking de "masculinidad" de la que presume Iglesias. Nada que ver entre los escraches a mujeres como el que le organizó a Rosa Díez en la facul, y las gónadas de Abascal en el Ayuntamiento de Llodio el día que fue a recoger su acta de concejal ante una turba de batasunos empujándole y amenazándole de muerte.

Entre Iglesias y Abascal nos está quedando una España de lo más cipotuda y heteropatriarcal. Pero no todo lo que reluce es oro.

Después de coger por las solapas tuiteras a Rivera para llamarle "petit Macron" y "cosmopaleto", y después de haber aireado a los cuatro vientos que la "veleta naranja" no tendría más remedio que sentarse a negociar con él, Abascal se la envaina y votará a Moreno Bonilla. Conclusión: no hay que decretar una alerta contra los fascistas; la prioridad son los folladores de pacotilla.